Si el vestuario del Madrid se asemeja ya al Camarote de los hermanos Marx, el banquillo está tomando el aspecto del Hotel de los líos. A la mala imagen ofrecida por el equipo ayer en Riazor, prácticamente idéntica a la que ha estado desplegando toda la temporada (victorias incluidas), la acompañan una serie de detalles que anuncian algunos problemas, tal vez muchos. Como mínimo, niebla.
Fabio Capello apareció en la sala de prensa de Riazor con el perfil de un hombre confuso. Tal vez no era así, porque ya se ha llegado a un momento que no se sabe muy bien qué es lo que pasa por la cabeza de un hombre atribulado.
«Nos quedan ocho partidos este mes de enero», afirmó. No fue una excusa, porque si lo hubiera sido habría sido más bien un chiste malo. Capello se refería a la extrañeza que produjo su decisión de dejar fuera de la lista de convocados a Robinho y a Gonzalo Higuaín, y que sí hubiera contado con Antonio Cassano, cuando el que más y el que menos, el primero de todos el entrenador, habían dejado claro que el delantero italiano estaba apartado de la disciplina del primer equipo.
«No puedo explicar nada de estas cosas porque son privadas», contestó con esa sonrisa suya, que sí es sincera, pero que no se sabe muy bien si lo hace por simpatía natural o por tomarle el pelo al periodista de turno. Seguro que lo primero. «El Deportivo ha presionado mucho... Yo soy el único responsable de lo que ha pasado. Lo soy también en las victorias, pero ahora me pondrán a la brasa», fue la única explicación específicamente deportiva que dio Capello a la derrota. Lo demás, lugares comunes, algo realmente sorprendente en el técnico, del que se esperaba un golpe encima de la mesa. Nada de nada.
«Tenemos muchos partidos en enero, así que ya veremos al final», insistió, en algo parecido a un reto. Capello, efectivamente, no explicó el por qué de haber dejado fuera a Robinho y a Higuaín: «No puedo meterlos a todos...». La realidad interna del club es bastante sencilla en este aspecto: jamás le gustó el eléctrico brasileño y nunca pidió al delantero del River Plate. Lo que él quería era un central, un asunto que después de lo sucedido en Riazor recupera actualidad, pese a que el sábado el propio entrenador afirmó que estaba descartado.
Lo del central entronca con la sensación que se está extendiendo respecto al papelón que está haciendo el otro Fabio del equipo, Cannavaro, cuyos galardones individuales a costa de su buen rendimiento en el Mundial de Alemania subrayan aún más la diferencia. «Ahora todo le sale mal a Cannavaro. Lo he estado hablando con él en el vestuario. Todos los rechaces antes se le quedaban en sus botas, pero ahora es al contrario, todos se quedan en las botas de los rivales», afirmó Capello con otra sonrisa, una más.
Ni que decir tiene que la preocupación en el club es enorme. Arriba, Ramón Calderón está con el pulso acelerado. Sabe todo lo que se juega este mes de enero y que la baza de los resultados cada vez es más endeble. En el vestuario, la sensación generalizada es de impotencia: «Hemos dado una pésima imagen», afirma José Antonio Reyes.
Para el partido del domingo contra el Zaragoza se quedarán fuera por sanción Sergio Ramos y Míchel Salgado. Guti es duda.