Cuando marcó el 1-0, las cámaras de la televisión inglesa se detuvieron un poquito en la celebración del autor, pero se fueron inmediatamente en busca de Alex Ferguson. En realidad, el gol bien podría haber sido firmado a medias. Cuando hace un tiempo, el técnico del Manchester United pidió al delantero sueco por un par de meses, más de un responsable del club se frotó las orejas. Sí, habían escuchado bien, Henrik Larsson.
El ex internacional sueco, que tan buen resultado le dio al Barcelona en la pasada campaña, con 10 goles desde la suplencia (la primera temporada sufrió la triada y se quedó fuera de juego), dejó el club azulgrana para marcharse al equipo de su ciudad, el Helsingborg. No fue cansancio, al menos no el suyo. Su mujer estaba harta de los calores y quería regresar de una vez. Y es que el bueno de Henrik debutó en la máxima competición hace ya casi 20 inviernos.
El tanto de este veterano de 35 años fue clave en la clasificación de su nuevo equipo para la cuarta ronda de la Copa, toda una institución en aquel fútbol. El Aston Villa, uno de los grandes clásicos ingleses, llegó a empatar y a soñar en Old Trafford, pero otro nórdico, otro veterano llegado del hielo, el noruego Ole Gunnar Solskjaer, marcó el gol del triunfo. El tanto, pasado el minuto 90, recordó, qué remedio, al que le marcó al Bayern de Múnich en aquél memorable triunfo de 1999 en el Camp Nou, en la final de la Champions League más apasionante de las que se recuerdan.
Larsson aceptó la oferta de Ferguson por varias razones, pero la de más peso fue la conversación telefónica que mantuvo personalmente con el dueño de un club al que siempre adoró el sueco, unido sentimentalmente al fútbol británico, ya que estvo siete temporadas en el Celtic de Glasgow, donde dejó la huella de ídolo antes de su fugaz paso por el Barcelona.
De hecho, de todos los jugadores que han pasado en los últimos 10 años por el legendario equipo católico escocés, Larsson es el único que ha sido nombrado Caballero del Imperio Británico. Eso ocurrió en 2005, el mismo año en el que fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Strachclyde, en reconocimiento a su aportación al deporte en aquel país (ganó cuatro Ligas y fue dos veces máximo goleador -en una de ellas, con 35 tantos, fue Bota de Oro del fútbol europeo-).
La maniobra de Larsson en su gol fue la de un delantero con la portería en su cabeza. No la miró una sola vez mientras le llegaba el estupendo pase de Wayne Rooney desde la frontal del área. Dentro de ella, Larsson la tocó ligeramente para elevarla un poquito y lanzó el disparo letal con la derecha. Y todo eso entre un bosque de piernas de defensas del Everton. Luego llegó el empate y luego lo de Solskjaer y su recuerdo a la Copa de Europa de 1999.
El jugador de moda, Cristiano Ronaldo, no tuvo su mejor tarde, pero eso no quiere decir nada definitivo en su estado de gracia. El portugués, enchufado a una turbina de enorme potencia desde ya mediados del Mundial de Alemania, firmó un par de jugadas extraordinarias. Es curioso lo que pasa en el Manchester, más aspirante que otros a las grandes conquistas de esta temporada (Liga y Liga de Campeones). El mejor año de Cristiano no coincide con la otra gran bestia del equipo, Wayne Rooney, un par de peldaños por debajo del año pasado, que estuvo sensacional hasta su lesión en la última jornada de la Premier. Lo bueno para el United es que Cristiano no tiene pinta de echar el freno y Rooney sólo puede tender a venirse a arriba. Además, Paul Scholes, Ryan Giggs, Gary Neville y Van der Saar parecen vivir una segunda juventud. Y por si algo falla, está el Caballero del Imperio...