Lunes, 8 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6231.
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La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve (Herni Dominique Lacordaire)
 MADRID
Tribunales
Misa antes del derribo
Tras un largo contencioso, hoy está previsto que comience el derribo parcial, por sentencia firme, de la iglesia de Nuestra Señora de las Fuentes, en el barrio del Pilar
JOSÉ MANUEL VIDAL

Me duele el alma sólo pensarlo». Hace 25 años, Conchita Contreras y su familia compraban varios ladrillos para contribuir a la construcción de su parroquia. Ayer asistía a la última misa mayor, celebrada en el templo de Nuestra Señora de las Fuentes. La última antes de su derribo por orden judicial. «Si fuese una mezquita, no la hubieran tirado», dice la apenada feligresa y otros muchos fieles asienten.

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«He venido pronto, porque quiero sentarme en mi sitio de siempre por última vez», dice Luis Barrero, de 80 años, ex empleado de la limpieza del hospital infantil de La Paz. Como Concha y Luis, miles de feligreses de la parroquia madrileña del barrio del Pilar abarrotan la misa de una. Para dar el último adiós a su templo de toda la vida. En el ambiente flota un clima de dolor sereno. O de indignación resignada. Al salir y entrar de misa, saludan y abrazan a su párroco de toda la vida. Eusebio Ocaña Lázaro llegó aquí en 1982. Esta era su primera parroquia. Una parroquia que tuvo que construir tanto material como espiritualmente. Y hoy, tras 25 años, mira hacia atrás con orgullo, pero sin dejar de pensar en el futuro.

«Atropello enorme»

Tranquilo y sereno, el padre Eusebio, una institución en el barrio, tiene que animar a la gente. Y eso que él lleva la procesión por dentro. «Siento dolor, porque la gente, mi gente, está muy dolida. Siento gratitud por el comportamiento de mi parroquia durante estos más de 17 años de lucha. Y decepción por el desenlace final, porque esto es un atropello enorme».

Después de tantos años de lucha y tantas sentencias judiciales, el cura y sus feligreses también sienten cierta liberación. «Siempre mantuvimos la esperanza, pero, al final, ya estábamos un poco hartos. Esto era una pesadilla», dice don Eusebio. «Es una situación que cansa», repite, como en eco, Conchita Contreras. Y añade, quizás para consolarse: «Si, al final, la tiran, será porque Dios quiera. Pero que acabe ya, porque esto es una agonía tremenda».

En misa se corta la tristeza. Y eso que el coro, con guitarras y todo, hace lo que puede por alegrar la función. «Se nota que hoy es un día especial. ¡Animo a todos!», saluda el párroco, antes de iniciar la eucaristía. Y en la homilía, sigue animando a sus parroquianos: «Pronto tendremos un templo que se va a parecer lo máximo posible al actual y vendrá a inaugurarlo el propio cardenal».

Don Eusebio concluye la homilía leyendo una carta llena de cariño, gratitud y esperanza. «En nuestra corta pero muy intensa historia como parroquia, hemos pasado momentos difíciles pero ahora estamos en el más difícil de todos, ya que el lunes, día 8, comienzan a hacer efectiva la sentencia que, desde el año 1993, pesaba como una losa sobre nuestra comunidad», reconoce la misiva.

El párroco proclama su satisfacción por el comportamiento de sus fieles, «ejemplo de madurez cívica y cristiana» y da gracias a todos, incluido al cardenal Rouco Varela. «Hemos hecho, desde el primer momento, cuanto estaba en nuestras manos».

Cerrada ovación

Para Eusebio Ocaña, «después de la Cruz, vendrá un nuevo Pentecostés». Porque «lo importante es el templo que como piedras vivas formamos, animados por el Espíritu Santo y cuya piedra angular es Cristo. Y contra este templo nada pueden hacer las fuerzas de este mundo». Una cerrada ovación rubrica las palabras del párroco.

Esas fuerzas fueron las que dictaron una sentencia «legal, pero injusta», como reconoce la nota del propio arzobispado de Madrid. Una sentencia que condena al Ayuntamiento a demoler y remodelar gran parte del templo, en una operación que podría costar a las arcas municipales unos 70 millones. A partir de hoy, la misa la celebrarán en el salón de actos y las catequesis, hasta en las casas de los vecinos, si hace falta.

«Esta parroquia es como mi hijo y me siento orgulloso de ella: su fe está más fuerte y consolidada que nunca», dice don Eusebio y, tras sus gruesas gafas, se le humedecen los ojos de pastor. De pastor bueno.


MAS DE 17 AÑOS DE LUCHA

La historia del conflicto en la iglesia de Nuestra Señora de las Fuentes se remonta a muchos años atrás; más de 17. El templo se construyó en 1988 en la calle de Villa de Marín. Dos vecinos del edificio colindante denunciaron al Arzobispado: solicitaban el derribo de la iglesia porque sus muros cegaban la luz de sus viviendas.

El obispado sostuvo que la construcción se realizó con todas las autorizaciones y licencias municipales. Pero el Tribunal Superior dio la razón -en 1993- a esos dos vecinos y decretó el derribo parcial: la zona a tirar se corresponde con el actual altar. Una operación prevista para enero de 1997 y que fue suspendida porque los feligreses lo impidieron. Y lo mismo ocurrió en el año 2000.

A partir de ahí, ha habido una larga lista de actuaciones judiciales de diferente signo. El Arzobispado presentó un recurso ante el Tribunal Supremo para paralizar la orden de derribo, pero se desestimó.

Mientras, la parroquia encargó un estudio topográfico para determinar la exacta situación del terreno, y comprobó que el edificio de la calle de Villa de Marín, 41 -en el que vivían los denunciantes- «tanto su jardín como parte del propio inmueble invaden la parcela de la parroquia». Las viviendas se construyeron antes que la iglesia.

El Ayuntamiento terció en el problema en marzo de 2000, mediante un acuerdo de pleno -votado por el PP y dos ediles de IU- que legalizaba la construcción de la iglesia. Pero el TSJM anuló el acuerdo del plenario y multó al entonces gerente de Urbanismo por no cumplir la sentencia.

Los recursos se han sucedido a la vez que los autos de ejecución de la sentencia. Incluso ha habido acuerdos económicos entre los vecinos denunciantes y el Arzobispado, pero llegaron cuando ya había fallo. El arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, llegó incluso a pedir «un milagro» que salvara el templo. Pero el milagro no llegó y hoy comienza su derribo.

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