MARTA LOBATO. Especial para EL MUNDO
ROMA.-
Todo estaba listo ayer para la solemne ceremonia de investidura del nuevo arzobispo de Varsovia, monseñor Stanislaw Wielgus, en la catedral de la capital polaca. El acto de toma de posesión, sin embargo, no llegó a celebrarse. Pocas horas antes, el Vaticano anunció que Benedicto XVI aceptaba la dimisión de Wielgus, arrollado por la fuerte polémica desatada en los últimos días al conocerse que el prelado había colaborado con la policía secreta del antiguo régimen comunista.
En la mañana en que estaba prevista su investidura en Varsovia, el arzobispo renunció al cargo para el que había sido designado apenas dos días antes. La ceremonia se acabó transformando en una misa de agradecimiento celebrada por Jozef Glemp, el nuevo administrador diocesano de Varsovia nombrado por la Santa Sede. Al comienzo de la misma, con lágrimas en los ojos, Wielgus comunicó su decisión de renunciar al cargo.
«La nunciatura apostólica en Polonia ha comunicado que [...] Stanislaw Wielgus ha presentado ante Su Santidad Benedicto XVI la dimisión del oficio canónico según la norma 401.2 del Código de Derecho Canónico», informaba un escueto comunicado del Vaticano. En virtud de este artículo, «se ruega encarecidamente al obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo», se añadía. El Papa aceptó su dimisión.
La noticia sobre el pasado de confidente de Wielgus, de 67 años, había sido revelada por primera vez hace un par de semanas por el diario Gazeta Polska. El arzobispo al principio negó, pero el pasado viernes acabó admitiendo haber colaborado con los servicios secretos durante el régimen comunista. Tras esta tardía confesión, Wielgus reconoció su «culpa» en un mensaje dirigido a los fieles y se puso en manos de la «decisión» del Papa. El Vaticano respaldó inicialmente al prelado, asegurando haberle designado tras «haber tomado en consideración todas las circunstancias de su vida, entre las cuales las concernentes a su pasado». Sin embargo, las protestas de intelectuales, políticos y sacerdotes no se hicieron esperar. La Iglesia decidió entonces pedir un informe a la Comisión de Historia, encargada de verificar las biografías de los religiosos, para que analizase los documentos relacionados con Wielgus.
El informe elaborado por la Comisión fue contundente: la colaboración de Wielgus no era sólo incuestionable, sino totalmente consciente y voluntaria. La Iglesia católica polaca admitió el papel desempeñado por el prelado, aumentando de ese modo la presión sobre el nuevo arzobispo antes de la ceremonia de investidura.
El Papa, según parece, tomó la decisión definitiva después de varias conversaciones con representantes del presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y de la Santa Sede. El actual Gobierno polaco lucha por eliminar de la vida pública a los ex espías comunistas y a los confidentes de la antigua policía secreta como Wielgus, quien fue contactado en 1967 por un agente infiltrado en la Universidad Católica de Lublino.
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