El deseo de comprobar, quizá, sus propias teorías. De buscar explicaciones sobre el terreno. Absurdo. Es tan sólo un paseo espacial. A unos 400 kilómetros de distancia de la Tierra. Poco que ver desde allí. Pero Stephen Hawking, el más famoso cosmólogo y físico de nuestros días, el hombre que habló del Big bang para explicar el origen del Universo, quiere convertirse en astronauta. En turista espacial.
Este mismo año 2007 pretende averiguar qué se siente en ingravidez. Se subirá -al menos lo pretende- en uno de esos vuelos parabólicos, donde un avión se eleva hasta un punto a partir del cual se deja caer en picado convirtiendo su interior en un mundo ingrávido. En 2009, quiere salir al espacio. Directamente.
El célebre astrofísico y divulgador le ha confesado sus planes a The Daily Telegraph, aunque todo dependerá del multimillonario Richard Branson, dueño de Virgin.
Virgin Galactic prevé realizar vuelos espaciales como atracción turística -para millonarios, claro- a partir de 2008, en una nave bautizada como SpaceShipTwo.
Esta nave, con capacidad para seis pasajeros -más o menos la que tiene un transbordador de los que se sirve la NASA para sus expediciones más allá de la atmósfera terrestre-, se situaría en una órbita a 110 kilómetros de la Tierra, a donde llegaría gracias a unos motores que la propulsarían a 4.000 kilómetros por hora, más de tres veces la velocidad del sonido.
Un viaje de este tipo puede costar en torno a 100.000 libras (unos 150.000 euros), pero Branson, un maestro de la publicidad, está dispuesto a patrocinar el viaje de Hawking. Qué mejor que tener de pasajero en una de sus naves al hombre que, al estilo de Carl Sagan, ha puesto el Universo al alcance de los mortales.
El autor de Breve historia del tiempo, que ayer cumplió 65 años y continúa dando clases en la Universidad de Cambridge, vive postrado desde hace casi cuatro décadas en una silla de ruedas debido a la esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa. A los 21 años, le diagnosticaron el mal y le dijeron que apenas le quedaban dos años más de vida.
En su conversación con el Telegraph el científico, que escribe en la actualidad dos libros, no explica cuáles son las razones que lo han llevado a lanzarse al espacio, pero es fácil pensar que es una forma de estrechar su relación con el cosmos. Sin embargo, hay algo más: su viaje permitirá analizar las reacciones de un cuerpo como el suyo, aquejado de neurona motriz, y buscar soluciones a una enfermedad sobre la que apenas se ha estudiado.