La primera ha sido recibida con algunas citas irónicas («Un exquisito surtido de tapas», según Michael Kimmelman de The New York Times; «Contribuye muy poco a la historia del arte», de Mark Stevens en el New York Magazine), que aquí, desgraciadamente han sido convertidas en titulares.

No ha pasado lo mismo con la exposición del Whitney, que traza la transmisión de las ideas y de las imágenes de Picasso (su pensamiento visual) al mundo norteamericano, y a la obra de nueve artistas: Max Weber, Stuart Davis, John Graham, Jackson Pollock, Arshile Gorky, Willem de Kooning, David Smith, Roy Lichtenstein y Jaspers Johns, aunque también se habla de otros, como Man Ray o Andy Warhol. No es, por tanto, una investigación cerrada sino un arranque para próximas pesquisas, una exposición con un objetivo, con una metodología y con una estructura expositiva claras: contextualizar cómo se produce y manifiesta la influencia de Picasso en el arte norteamericano.

Tras la llegada de Marcel Duchamp a Estados Unidos, la persona que capta el interés de los artistas americanos es Picasso. Lo hace por su voracidad, por su capacidad caníbal de comérselo todo de la historia del arte. El Metropolitan es un ejemplo de que la voracidad americana va de la mano: si Picasso mira y absorbe, ellos compran.

Incluso cuando estalla la II Guerra Mundial, los que más visitan el estudio parisino de Picasso son los soldados americanos. Algunos de ellos -por ejemplo, James Lord- se quedan en la ciudad como críticos de arte. Liechtenstein también pasó por París como soldado en 1945. Y se acercó al estudio de Picasso, pero no se atrevió a llamar. Había visto el Guernica en otoño de 1941, en el Columbus Museum de Ohio, mientras estudiaba en la universidad. Desde 1942 hasta 1981, el Guernica había sido el póster de un museo concebido como agit-prop: el MoMA.

Picasso expuso por primera vez en Nueva York en marzo de 1911, en la Photo-Secession, con casi 80 acuarelas y dibujos. La revista de la galería, Camera Work, publicó un articulo de Gertrude Stein sobre Matisse y Picasso en agosto de 1912.

Zayas, fundador de la Galería 291, publicó en mayo de 1923 la primera entrevista importante con el pintor en The Arts. A partir de ella, Georgi Jakulov se inventó una entrevista con una famosa frase apócrifa: «Yo no busco; encuentro». En noviembre de 1939, Alfred Barr Jr. organizó Picasso: 40 years of his art, catalogo y exposición de la primera gran muestra de Picasso en el MoMA. En esta exposición, ya estuvo presente el Guernica.

Esa capacidad de anarquista que todo lo consume y que está todo el día al aire libre, que no necesita del confort burgués de Matisse, hace a Picasso el artista libre, cual músico de jazz, omnívoro, de libertad y horizontes.

Un arquetipo, por tanto, para los jóvenes americanos. Pollock, que conocía las reproducciones de Picasso desde 1922, escribirá después: «Este jodido Picasso... lo ha hecho todo».

En la muestra del Whitney, además de cuadros de todos los artistas citados, encontramos las fotos de Charles Sheeler incluidas en la exposición Recent paintings by Pablo Picasso and negro sculpture, de 1923. También está el pequeño cuadro sobre cartón de De Kooning, de 1949, propiedad del Museo Thyssen de Madrid. Y está la estructura del Guernica, que nos recuerda esa anécdota, probablemente falsa, por la que Picasso decía que De Kooning hacía melted picassos (fusión de picassos).

Pero el diálogo más importante es el que se produce con algunas obras de Jasper Johns. Pensemos en La sombra de Picasso, de 1953, y en el Summer, de 1985, y el Fall, de 1986, con esa figura evanescente, sombra autobiográfica que mira a su propia obra, como Picasso mira su habitación, donde François Gilot ya no está. Los dibujos de manos de Johns de 1998, a lápiz y a tinta, también tienden puentes al Desnudo de Picasso de 1938, en una cascada de asociaciones temáticas y también emotivas: esa mirada trágica...

Johns sabe que el Picasso anciano vive en la Costa Azul , exiliado de su país y acomodado en una soledad interior. El maestro ve que sigue siendo un maestro europeo, pero que los americanos, desde las fotos del Life, las de «los irascibles», ganan protagonismo. Y esto mismo parece que le pasa ahora a Johns, que en su madurez vuelve a Picasso, pensando que él también es una gloria arrinconada, a pesar de ser el pintor vivo más caro en las subastas. En ambos, la iconografía cruza puentes entre la autobiografía y la memoria histórica de la pintura como un enorme campo literario. Una interlocución, una reflexión, una paráfrasis, los ecos, los diálogos y las reacciones en contra aparecen en ambos artistas de manera clara y elocuente.