Martes, 9 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6232.
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Efectismo en 'La flauta mágica'
Dos impactantes versiones de la ópera de Mozart, una cómica y otra de contenido sexual, apasionan y, al mismo tiempo, dividen al entendido público de Berlín
URSULA MORENO. Especial para EL MUNDO

BERLIN.- La necesidad de sorprender con nuevas puestas en escena llevará nuevamente mañana a Hans Neuenfels -sí, el mismo director de la controvertida Idomeneo de la Deutsche Oper- a provocar al público con un pene gigante a modo de flauta mágica que deberá ayudar a Tamino a liberar a su adorada Pamina. Las campanillas que las tres damas de la Reina de la Noche entregan a Papageno son unas bolitas de metal plateado con forma de testículos.

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La apuesta de Neuenfels, galardonado como director del año en Alemania por su puesta en escena de Lady Macbeth de Mzensk en 2005, es un conglomerado de ideas, a caballo entre el teatro y la opereta y que se traduce en una parábola humana. A buen seguro, hubiera desconcertado a Mozart.

La flauta mágica es sin duda una de las óperas más populares en Alemania. La melodía de Papa, Papageno... o el Aria de la Reina de la Noche de esta deliciosa ópera que Mozart compuso en 1791 forman parte del repertorio básico de todo alemán que se precie. Pero casi puede hablarse de sobredosis flautista, en vista del programa que ofrecen las óperas berlinesas esta temporada.

Porque Neuenfels no está solo. También la Komische Oper de Unter den Linden ofrece una versión (también controvertida) del conocido escenógrafo Achim Freyer llamada Flauta mágica para 20 dedos. Su interpretación del clásico explota también todos los recursos teatrales habidos y por haber. Sin orquesta, pero con un piano a dos manos (o sea: los dichosos 20 dedos), reduce las enseñanzas de Mozart a la mínima expresión. Seis figuras en escena hacen acrobacias, hablan y cantan, se visten y desvisten, entran y salen de ese salón que hace las veces de «cosmos transparente», en palabras de Freyer.

A caballo entre la ópera, el teatro, la danza y el circo, Tamino es un príncipe oriental con rastas; la Reina de la Noche, subida a unos zancos, es un espantapájaros de subyugante voz.

Casi podría hablarse de la obsesión flautista de Achim Freyer, que ha llevado seis veces a escena la obra más popular de Mozart. En este último experimento músico-teatral, que raya la ingenuidad, logra arrancar sobre todo las carcajadas de los más pequeños. Aunque sólo por la composición para piano a dos manos de Alexander von Zemlinsky, coetáneo de Mahler y apasionado de Mozart, merece la pena esta nueva apuesta mozartiana, que ha pasado de puntillas (una sóla representación) por la Komische Oper y que cierra el año dedicado al genial compositor.

No obstante es la versión de Neunfels, con varias representaciones pendientes estos meses de enero y febrero, la que sigue generando controversia. Entre otras cosas porque ha inventado un papel de narrador, hecho a medida de su esposa, la actriz Elisabeth Trissenaar, que actúa como guía a través de la ópera, interrumpiendo la música, junto con sus dos ayudantes, que comparten (o roban, según se mire) el protagonismo a los cantantes. «He preferido cerrar los ojos porque no hay forma de concentrarse en la música», explicó a la salida una espectadora que acabó abucheando la función.

Neunfels sin embargo defiende su propia visión de la Flauta, en la que los personajes viven su propia existencia al límite. Por ejemplo, la Reina de la Noche, que se arranca senos y brazos en un acto de masoquismo o un Papageno que aparece como eterno frustrado sexual. El director austríaco no puede negar los casi 15 años que pasó en uno de los teatros más vanguardistas de Berlín, el Freie Volksbühne. Sus personajes no encarnan el bien y el mal, sino que son figuras humanas, sometidas a situaciones extremas.


Él 'incendió' el Año Mozart

'Idomeneo', una obra mucho menos conocida que 'La flauta', será la que marque el Año Mozart. Ya se sabe: la directora del Deutsche Oper, Kirsten Harms, decidió retirar de la programación la versión prevista (que, por cierto, se estrenó hace casi tres años) por miedo a atentados islámicos. Y por ahí, claro, andaba Hans Neuenfels.

Después, la Deutsche retomó aquel Idomeneo en una versión edulcorada, sin las cabezas de Mahoma, Jesús y Buda, que se representó el 18 de diciembre. Pero ya no era lo mismo. «La nueva puesta en escena que ha hecho Kirsten Harms es una mierda», dijo el director de 65 años conocido por su rudeza.

«Teníamos que haber seguido representándola, aunque fuera con protección policial», dijo en otoño en varias entrevistas. Como la que acudió, con toda la plana política -incluido el ministro del Interior- y cultural de Alemania a la reposición el pasado mes de diciembre. Los que faltaron fueron los líderes musulmanes, que se negaron a ver la cabeza del profeta Mahoma decapitada.

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