El orden en el flamenco tiene sus ritos y tradiciones. A Sabicas le ofrecieron cerrar el homenaje a Carmen Amaya celebrado en 1989, en Bagur, en el que participaron una docena de artistas, y el maestro se negó en redondo. «En el flamenco», dijo, «lo primero va el toque, luego el cante y después el baile». Sabicas abrió el concierto.

Vicente Amigo que después de cinco discos en solitario se ha convertido en una referencia universal de la guitarra de concierto, era el argumento fundamental para abarrotar el taquillaje del Rioja Forum el pasado domingo, y se sentó con su guitarra para ejecutar en solitario una pieza en la que sonaron armonías procedentes de otras músicas sin dejar de sonar flamenco. Luego fueron incorporándose los músicos de su grupo.

Su último disco, Un momento en el sonido, fue el hilo conductor del concierto, donde los palos tradicionales sirvieron de marco para gozar de una técnica luminosa y cristalina, con arreglos del teclista Paquito González y la voz de Blas de Córdoba, quejío que, en ocasiones, era secundada por los percusionistas para dar una dimensión coral a una propuesta donde la guitarra siempre lleva la voz cantante con una técnica primorosa y un gusto exquisito.

Le dedicó una taranta a su sobrina y a su hijo un bolero, en el que el teclista se lució con aires de tango en un melodía sentimental. El público estaba compuesto, a grandes rasgos, por aficionados de todas las edades y por un contingente de curiosos muy jóvenes que asistían por primera vez a un concierto flamenco. Vicente Amigo arrancó aplausos y vítores en los dos sectores, y tras saludar con la mano en el pecho a sus músicos ofreció el bis de rigor.

Tomás de Perrate (hijo de Perrate de Utrera y nieto del mítico Manuel Torre) se ha dado a conocer en los últimos cinco años y ha grabado su primer disco, Perraterías, en el 2005 producido por Ricardo Pachón.

Inició su concierto de pie con un martinete, Vengo vendiendo ollas y cazuelas, que pregonó a modo de presentación, y secundado por dos palmeros que enlazó varias coplas muy flamencas, con Ojos verdes como protagonista.

Antes de sentarse ya le habían pedido la solea, parecía que todo iba por la senda ortodoxa cuando al abrirse un telón apareció una batería de rock. Tomás siguió sentado y cantando con el corazón en la garganta.

Anunció unos tangos y apareció una guitarra eléctrica entonando un reggae que recordaba los mejores momentos de Pata Negra. Luego se marcó una canción de amor al estilo de su paisano Bambino. A esas alturas el público estaba felizmente desconcertado y la banda hizo mutis al estilo de los rumberos tras las inevitables bulerías.