Según las biografías autorizadas, la pareja se conoció en la fiesta del 32 cumpleaños del cantante, en 2001. Tres años después, contrajeron matrimonio en el castillo de Gurteen (Irlanda), en una ceremonia oficiada por el locuaz Alejandro Jodorowsky, amigo personal de Manson. Dita, famosa por sus espectáculos vintage, donde el sexo fulge con una pátina de cinefilia, acudió con un diseño de Vivienne Westwood, la diseñadora que acuñó junto a Malcolm McLaren la imagen del punk. Manson vestía un traje de John Galliano. Entre los invitados, figuraban Keanu Reeves, Lisa Marie Presley, David Lynch y Ozzy Osbourne. Fue sonada la polémica que, en aquellos días, Manson sostuvo con Britney Spears, que se casó en chándal. A Manson le espantó la horterada de la diva.

El anuncio de divorcio coincide con una exposición en México D. F., donde el pintor irlandés Patrick Mallow ha presentado 10 óleos donde otras tantas estrellas del rock duro, incluido Manson, imitan a santos. Los lienzos fueron colocados en un escenario que emula una iglesia. Añaden a la pirámide de turbulencias adheridas al artista estadounidense un nuevo elemento y lo conectan con una de sus grandes pasiones. Marilyn Manson, en efecto, ejerce como pintor aficionado, galerista y diseñador gráfico. Los últimos años incluso dedicó más energías a su producción pictórica que al rock, al que prevé regresar a finales de año con un nuevo disco.

Lágrimas negras

Estos días, corren lágrimas negras en los tabloides por la unión de Von Teese y Manson. Ejercieron como criaturas dilectas de la prensa. La separación priva a los aficionados de una cháchara inagotable. Falso o no, el matrimonio rellenó portadas y columnas. Sus andanzas, pura buñolería tétrica, animaron a unos medios que gozaban masacrándolos, aunque siempre con el respeto que la probada inteligencia del artista genera.

Marilyn Manson supone al rock de los últimos años lo que Alice Cooper lo fue al de los 70: poses satánicas, sentido del ritmo, humor negro, argucias promocionales, circo y provocación light, todo calculado para horrorizar al sector más pacato del público estadounidense. A todo esto se añade la admiración que provoca en Manson David Bowie, camaleón total capaz de metamorfosearse con cada disco, así como el glam-rock patentado por el británico junto a colegas como Marc Bolan o los New York Dolls. A la fórmula hay que añadir unas gotas de rock industrial, deudor del francotirador Steve Albini, entre otros nombres.

Lo cierto es que Manson ha colocado a su grupo en una situación de perpetua zozobra, aunque parece dudoso que ésta afecte a sus finanzas. Asustar a los conservadores americanos, sección puritana, siempre generó beneficios. Madonna o Prince fueron, antaño, maestros del género. Lástima que la inflación de gritos, sangre o sexo tape a veces la música, en el caso de Manson, más inquieta, o al menos no tan infantil o superflua, como a veces sugiere; lejos, en cualquier caso, del tétrico satanismo que sus detractores airean.

Madres indignadas, conciertos suspendidos, denuncias varias y asociaciones escandalizadas colorean la trayectoria de Marilyn Manson. Tanto él como los otros miembors del grupo crearon sus nombres artísticos uniendo los de conocidas estrellas de raigambre pop (Marilyn Monroe o Olivia Newton-John, entre otras) con el de conocidos serial killers (como el sádico Ted Bundy o el asesino de niños John Wayne Gacy, que contactaba con sus posteriores víctimas trabajando de payaso a domicilio). Manson ha sido acusado en dos ocasiones de acosar sexualmente a colaboradores. La primera de las denuncias fue archivada, mientras que en la segunda ocasión fue condenado a pagar 4.000 dólares a uno de sus roadies. Por lo visto, Manson restregó sus genitales contra la cabeza del indignado técnico. Tras los sucesos del instituto Columbine, algunos comentaristas afirmaron que las letras de Manson influyeron en los pistoleros adolescentes. De poco sirvió la demostración de que ninguno de los dos asesinos escuchaba su música. En Bowling for Columbine, Michael Moore interroga a Manson por el crimen. Y éste responde: «En todo caso, les dejaría hablar a ellos y les preguntaría sobre sus razones».