Un día antes de la celebración de los Santos Inocentes, el fantasma de la intervención de Banesto planeó, el 27 de diciembre pasado, sobre la sede de Vetusta. Un pequeño grupo financiero, domiciliado en Irlanda y propiedad de varios empresarios españoles poco conocidos, capitaneado por Guillermo Menéndez, y dedicado a la banca privada y a la intermediación en mercados de capitales.
La coincidencia de la fecha, sin embargo, es lo único en común que tienen las dos entidades, al margen de que Vetusta operase con Banesto como agente financiero y que ahora, por las circunstancias, ambas hayan tenido que romper «de mutuo acuerdo» el contrato que las unía.
La decisión se ha producido después de que la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) acordara, en la fecha señalada, suspender las actividades de la gestora Vetusta Wealth Managers. Una drástica medida que, además, iba acompañada de más sorpresas: el inicio de un procedimiento de revocación de licencia y que ya ha sido recurrida por la sociedad al haber sido adoptada «sin audiencia» y sin «concurrir los requisitos legales para ello», según asegura un portavoz de la entidad afectada.
Las razones del organismo regulador para acordar una medida de tal envergadura en el sector financiero nada tienen que ver con la posible existencia de un fraude, tal y como indican fuentes de la sociedad. Ni tampoco con ningún perjuicio ni reclamación de clientes de la gestora, así como de las sociedades que integran el grupo.
El misterio, apuntan desde el sector, tiene relación con el desembarco, en España, de nuevos servicios financieros extranjeros, basados en el asesoramiento. La domiciliación de estas compañías fuera de las fronteras españolas es un asunto de extrema vigilancia para la CNMV, que mira con lupa la aparición de chiringuitos que operan en España desde el exterior.
Autorizaciones
Vetusta ha sufrido en estos últimos meses el retraso, por parte del organismo que dirige Manuel Conthe, de las autorizaciones necesarias para que sus fondos de inversión pudiesen operar, aunque ahora tendrá que vérselas con la decisión de Vetusta de prestar las alegaciones que acreditan, en su opinión, «la falta total y absoluta de las causas de revocación que invoca la CNMV».
Vetusta, antes conocida como MG, fue la firma responsable de que en España operase, desde 2000, uno de los líderes estadounidenses en gestión de activos. Se trató de Legg Mason, posteriormente adquirido por Citigroup. Esa transacción forzó al grupo, que también cuenta con oficinas en Barcelona y Ginebra, a encontrar en la banca de inversión norteamericana otra institución que estuviese dispuesta a instalarse en España para ofrecer servicios financieros. Lo encontraron en Piper Jaffray, que en septiembre de 2006 acordó isntalarse en Madrid con objeto de dar cobertura al sur de Europa. Al frente de su sucursal está precisamente, Guillermo Menéndez Escandón, que a su vez lleva las riendas de la firma de inversión Vetusta.
En cuanto a la gestión de fondos, Vetusta opera con dos -Iberian Equity Value y European Equity Value-, cuyas rentabilidades, al cierre de 2006, fueron del 20,68% y del 30,73%. La compañía, en cualquier caso, tenía ya autorización, por parte de la CNMV, para comercializar tres fondos más, aunque la suspensión cautelar de la actividad ha impedido que la sociedad lanzase su campaña para ofertar los nuevos productos al ahorrador. Los fondos que sí ofrece a sus clientes -maneja un total de 41 carteras de inversión- son conocidos en la jerga financiera como value. O lo que es lo mismo, adquieren acciones baratas de empresas que no están lo suficientemente bien valoradas en el mercado bursátil, siempre que cuenten con un buen perfil de gestión.