La Dirección General de Instituciones Penitenciarias ha abierto una investigación para aclarar las circunstancias en las que el sábado se suicidó el hombre que el pasado mes de agosto asesinó a su mujer y a su hija, embarazada de cuatro meses.
F. L. M., que estaba internado en el departamento de preventivos del Centro Penitenciario Sevilla II, se quitó la vida en torno a las 18.30 horas del sábado, en su celda, aprovechando que su compañero se encontraba fuera asistiendo a una actividad cultural.
El hallazgo del cadáver no se produjo hasta casi una hora después, cuando un funcionario encontró el cuerpo del parricida ahorcado con su propio cinturón.
Fuentes penitenciarias consultadas por este periódico explicaron que el preso -que estaba a la espera de juicio por el asesinato de su esposa, C. S. E., de 58 años, y de su hija, C. L. S., de 33 años- había estado sometido a vigilancia especial ante el riesgo de suicidio hasta hace dos meses, cuando la dirección de la cárcel sevillana consideró que ya no existía ese peligro.
Durante su primer mes de ingreso en la cárcel, F. L. M. estuvo sometido al protocolo de prevención de suicidios por el tipo de delito cometido, ya que, cuando se trata de asesinatos de familiares, «el autor suele recapacitar y darse cuenta de la importancia de los hechos que ha cometido», aseguraron fuentes penitenciarias. El 27 de agosto, el presunto parricida, tras quemar toda la ropa de su esposa, la echó de casa. Por ese motivo, la mujer decidió trasladarse al domicilio de su hija, madre de un niño de un año y en estado de gestación, en Osuna.
El hombre se presentó en la casa a pesar de que, desde el día 12, una orden de alejamiento le prohibía acercarse a su esposa, al domicilio de ésta o, incluso, comunicarse con ella, tras la denuncia por malos tratos que C. S. E. había presentado con anterioridad.
Una vez allí, según comentaron los vecinos, el matrimonio se enzarzó en una pelea que terminó cuando el marido se marchó a su casa. Su yerno aprovechó para salir a dar una vuelta con su hijo pequeño, por lo que en la vivienda de Osuna se quedaron solas la madre y la hija.
Ése fue el momento -sobre las 21.00 horas- que el padre de familia aprovechó para introducirse en el domicilio y, con una escopeta, acabar con su mujer y su hija, que, al parecer, estaban en habitaciones distintas.
A continuación, el parricida regresó a su casa -en cuya puerta podía verse ayer su vehículo- y llamó a dos de sus hijos por teléfono para confesarles lo que había hecho.
Después, se disparó al menos una vez en la cara con la misma escopeta que había empleado, quedando herido de gravedad.
