Yunes Karim se retorcía de dolor en la cama del hospital Yarmuk. En el caos absoluto que vive Bagdad y que se extiende al interior de los recintos sanitarios, los doctores ni siquiera habían podido desnudarle. El herido continuaba portando el suéter y los pantalones empapados en sangre.
«¡No siento las piernas, no las siento!», explicaba el joven de 19 años con la voz entrecortada. A su lado, el hermano de una de las víctimas no dejaba de sollozar y clamar al cielo. «Fatima Zahra [uno de los referentes religiosos chiíes], ¿dónde estás? ¡Baja para que veas a tus hijos! ¿Dónde está Maliki [Nuri Maliki, el primer ministro iraquí]? ¡Lo único que busca es poder y dinero!», gritaba desconsolado, mientras mostraba las manos manchadas del vital flujo.
El desbarajuste y las escenas de dolor que se advertían ayer en el hospital Yarmuk formaban parte de una nueva jornada de violencia dislocada en Bagdad, cuya persistencia cuestiona desde el principio la eficacia del nuevo plan de seguridad anunciado por Nuri Maliki.
Las víctimas que se acumulaban en el recinto procedían del ataque que sufrió un autobús de trabajadores de la limpieza del aeropuerto capitalino, que fue emboscado en el barrio suní de Amariya. Las imágenes que grabó la televisión local permitían apreciar cómo el vehículo quedó ardiendo.
«Se nos acercaron dos vehículos y, sin avisar, comenzaron a disparar. Todos los cristales saltaron por los aires. Estuvieron disparando casi 15 minutos. Me tiré al suelo, pero una bala me alcanzó en la espalda. Había cadáveres y gente gritando por todas partes», explicó Karim, a quien los doctores le diagnosticaron una parálisis a causa de su grave herida.
Al menos cuatro de los limpiadores murieron y otros ocho quedaron heridos. Todos procedían de Ciudad Sadr, el principal barrio chií de Bagdad. «Nos atacaron, porque sabían que éramos chiíes», añadió Karim.
El suceso tan sólo confirma la reactivación de la violencia sectaria tras las jornadas de relativa calma que se prodigaron durante los festejos de Eid Al-Adha la semana pasada. La tensión se ha disparado en la capital ante el inminente despliegue en las calles de tres nuevas brigadas, entre las que figurarán dos integradas sólo por kurdos.
La organización extremista Al Qaeda realizó un llamamiento a los grupos armados suníes para que se preparen a hacer frente a un plan que, dijo, «intenta aplastar a los suníes de Bagdad».
Por su parte, el principal líder político chií, Andel Aziz Al Hakim, acusó a los milicianos suníes de propiciar un «genocidio» contra los integrantes de su comunidad y exigió que se «acelere» la ejecución del hermanastro de Sadam Husein, Barzan Tikriti y del ex juez Awad Bandar. La pena de muerte que enfrentan ambos se había paralizado tras la polémica que generó el ahorcamiento de Husein.
En todo caso, la ejecución de Tikriti y de Bandar tendrá lugar en los «próximos días», según el portavoz del Gobierno iraquí. Ali Dabagh precisó a la agencia Efe que la aplicación de la pena de muerte a ambos tendrá lugar después de que «acaben algunas gestiones técnicas relacionadas con el proceso de la ejecución». Y agregó que los dos antiguos colaboradores de Sadam «siguen bajo custodia estadounidense».