RAUL DEL POZO
A partir de los años 50 los apaches empezaron a no ser tan atroces y por eso ya no aplaudíamos ni escupíamos cáscaras de pipas cada vez que los blancos los derribaban con rifles de los caballos sin montura. Hollywood empezó a filtrar la respuesta de los indios a Washington: las flores perfumadas son nuestras hermanas, la savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo la memoria. Películas como Flecha Rota de James Stewart y Debra Pager, nos dieron un nuevo perfil de los indios. En este western, los apaches capitaneados por Cochise (Jeff Chandler) defienden palmo a palmo su territorio. Un joven llamado Tom Jeffords (James Stewart), el único colono que creía que los apaches eran seres humanos, decide entrevistarse con Cochise para proponerle un plan de paz. El jefe indio se impresiona ante las muestras de valor del enviado de los blancos y llegan a un acuerdo para que el correo cruce libremente por territorio salvaje. El odio acumulado, las trampas, rompen la tregua, rompen la flecha. Después de la ruptura, el jefe indio interpretado por Jeff Chandler ordena a los suyos que vuelvan a dibujarse el rostro con las pinturas de guerra.
Al explorador naïf, los cuáqueros, los políticos afines y ajenos, lo veían, lo ven como a un traidor que está de parte de los pieles rojas. Los apaches, al mando de Cochise y de su tío Mangas Coloradas, vuelven a aullar como coyotes y a inflingir a los blancos su tortura favorita: dejarlos mirando al sol con los párpados cortados. Cuando no se ven señales de humo, el miedo anda libremente. Los indios, otra vez criminales, se acercan a los destacamentos confundidos con matorrales que empuja el viento; tendidos en el suelo parecen pequeños arbustos.
Está claro en esta película quién es el explorador, quién es el jefe indio y quiénes han roto la flecha. Y sobre todo está claro que los indios tienen ventaja moral sobre los etarras. Los jóvenes han arrebatado los arcos a los veteranos. Josu Ternera, Cochise, participó en grandes matanzas -desde Carrero a Zaragoza- y es el último jefe de tribu; como el apache, fue capturado y se escapó después abriendo un agujero en la tela de la tienda. En la pelea dialéctica entre los toros sentados y los caballos locos, los terneras y los otegis (que pide que no se rompa la flecha son conscientes de que su destino es la reserva. Mientras, la charcutería retórica vive sus horas doradas; los colonos piden responsabilidades al incauto James Stewart y le acusan de tonto, de incompetente.
Sigue la flecha rota, los buenos exigen el linchamiento del que hizo las proposiciones arcangélicas. La demagogia es como los efectos especiales en cine.
(En esta analogía hay que hacer la salvedad de que mientras los indios creen que si los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos, los etarras escupen dinamita contra sí mismos).
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