Martes, 9 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6232.
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EL ZOO DEL SIGLO XXI / KYLIE MINOGUE
La reina de las plumas vuelve a volar alto
Después de superar un cáncer de mama, la 'Madonna australiana' es nombrada 'estrella mejor vestida de 2006' y 5.000 homosexuales la eligen como su diva favorita
QUICO ALSEDO / BEGOÑA PÉREZ

MADRID/LONDRES.- Levanta del suelo exactamente un metro y medio. 150 centímetros breves pero estilizados, rematados por una sonrisa elegante y unos ojos inteligentemente bellos, o al revés... Pero metro y medio, eso es todo.

Y, sin embargo, la sombra de Kylie Minogue, de 38 años, no sólo es alargada, sino que va in crescendo internet mediante, colectivo gay empujando fuerte, a reventar las pistas con sus éxitos dance y sin que falte la coartada épico-ternurista: ese cáncer de mama ya superado.

El pintor Richard Hamilton definió el arte pop en los 60 como «efímero, joven, barato, ingenioso y popular», pero lo de imanes para las masas como Kylie Minogue sublima el concepto: algo tendrá una mujer capaz de enamorar hasta la excitación a millones de varones homosexuales de todo el mundo con un estribillo del dadaísmo de Na-na-na-na-na-na-na-na (de su canción Can't get you out of my head).

Ahora, con dos títulos más que llevarse al bolsillo, en el caso de que hubiera en esos exiguos y delicadamente sexies atuendos suyos: el de estrella mejor vestida de 2006 según la revista Glamour, batiendo en la recta de meta a Kate Moss, y el de «más grande icono gay de la historia» según la consultora Onepoll, en dura competencia con Dolly Parton (¿su opuesto?).

Los poderes de la Madonna australiana -estribillos eficaces, elegancia aristocrática pero de plástico, lascivia sugerida... pero lasciva- cautivan aún a 20 años de su despegue: la encuesta de Onepoll, realizada sobre 5.000 gays y lesbianas de todo el mundo, desvela lo que los cazadores de tendencias saben desde hace años: que Kylie tiene un olfato especial para leer los vaivenes del gaseoso concepto de modernidad, del cual el colectivo gay es orgulloso depositario y paladín. En cuanto al ránking de Glamour, su peso es otro: Victoria Beckham y Nicole Ritchie, frívolas estrellas de cuché sin oficio conocido, la acompañan en el top 3.

Kylie, nacida de dos profesionales del teatro australiano, tiene el currículo esperable en una super estrella: inicios titubeantes (como actriz en el exitoso culebrón televisivo Neighbours), explosión al contacto con el público (tras su primer disco, Kylie, de 1998), años de vacas flacas (segunda mitad de los 90), desfile en procesión de novios famosos (de Rick Astley a Jason Donovan), paseo por el lado salvaje (junto al turbulento Nick Cave y al malogrado Michael Hutchence de INXS), y fulgurante resurrección en la treintena (a rebufo de su disco Fever, 2001).

Por supuesto, todo fue un accidente. Mientras grababa un episodio de Neighbours, en 1987, le pidieron que participara en un concierto benéfico. Ella eligió el éxito R&B de los 60 Locomotion, algún avispado ejecutivo le ofreció la clásica jugada estrella-de-la-tele-graba-disco y ella se apuntó a diversificar. Lo que iba para anécdota fue un bombazo: la canción se encaramó al número uno durante siete semanas, y así nació otro mito de la música chicle.

El camino fue, no obstante, sinuoso. Tras una cadena de pegajosísimos éxitos, la joven Kylie atisba, a inicios de los 90, un futuro de vieja gloria ochentista. Su cara más madura funciona, pero no con el reconocimiento masivo de antaño. Pesca con éxito en aguas minoritarias -canta junto al prestigiado Nick Cave la balada Where the wild roses grow y la lleva a lo alto de las listas-, y sigue en la brecha hasta que los hados del triunfo, siempre arcanos, vuelven a tocarla con su varita: Fever arrasa en todo el mundo en 2001 y Kylie se pone a la altura de Madonna, la única que, junto a ella, ha logrado números uno en tres décadas consecutivas.

La clave es el lenguaje corporal (por algo se llama así su disco de 2002) y Kylie volvió a hablarlo alto y claro esta semana en Londres, en su primera gira tras superar el cáncer. Kylie says relax (Kylie dice relájate), rezaban las camisetas de sus fornidos bailarines: justo la filosofía de vida de la australiana y de su concepto sin pretensiones del pop.

Pero Kylie también sabe reírse de sí misma, y terminaba las noches enfundada en unas bermudas anchas de tonos chillones y con un sombrero de ala ancha, todo ello más propio de, por ejemplo, un Boy George. Un toque cómico para una mujer que acaba de superar trances muy serios: el cáncer de mama que anunció en mayo de 2005, y que provocó una oleada de fervor popular en los tabloides ingleses.

La reina de las plumas resurge ahora cual ave fénix, con peinado afrancesado y la sonrisa de siempre, y vuelve a volar alto.


LO DICHO Y HECHO

«No puedo llevar los mismos vestidos. ¿Cómo podría hacerlo si no soy la misma persona?»

1968: Nace en Melbourne. 1979: Sus padres la presentan al casting de la serie Los Sullivan, y consigue el papel. 1986: Actúa en el serial Neighbours y se convierte en estrella televisiva. 1987: Graba la canción Locomotion para un concierto de caridad y el tema permanece siete semanas en el número uno australiano. 1994: Triunfa junto a Nick Cave con el tema Where the wild roses grow. 2001: El éxito de su CD Fever la lleva a competir con Madonna como estrella mundial. 2005: Anuncia que tiene cáncer de mama.

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