NURIA CUADRADO
Dicen que nos toman el pelo, pero vamos al redil de las rebajas con alegría y el monedero bien cargado, por lo menos, de tarjetas de crédito. Explican los expertos en técnicas de incitación al pecado que se nos hace comprar a ritmo de rock para que la alegría avive nuestros instintos; o que hay puntos calientes -de iluminación y colores- dispuestos para hacernos picar en el anzuelo de la ganga; incluso, que quienes pasean por los pasillos no son siempre lo que parecen: a veces cantan las excelencias de productos buenos, bonitos y baratos, pero con escasa salida, sólo por si nosotros, despistados ante tanto reclamo, no nos habíamos dado cuenta.
En definitiva, explican los que saben en técnicas de venta que nada ha quedado al tuntún cuando un establecimiento abre sus puertas el primer día de rebajas. Y no es que traten de engañarnos, sólo de embaucarnos un poco.
En vez de las rebajas ¿por qué no organizar un mercadillo con muchos de los regalos de Reyes Magos y Papá Noel, empeñados, después de tantos años y tanta sabiduría, en seguir sin tener ni pajolera idea de nuestros gustos y de nuestros intereses? Los señores, seguro, que atesoran calzoncillos y pañuelos, colonias y lociones de afeitar que pasarán años y años en el armario porque no son de su gusto o de su tamaño. Entre las señoras, seguro, que junto a colonias han triunfado pañuelos y bolsos. Habrá quien haya tenido más suerte y se haya llevado a casa unos cuantos libros -aunque del autor equivocado-, unos buenos discos -a un ritmo que no es el suyo-, o ya en un éxtasis de suerte un mp3, una cámara de fotos, una televisión de pantalla plana o un ordenador portátil. Aunque, incluso, si están entre los afortunados ganadores de un regalo de tecnología digital, incluso en ese caso, seguro que de haber podido opinar, hubieran escogido otro modelo.
Ya sé que la cantinela anticonsumista está pasada de moda por repetida, pero mi cuentacorriente y yo nos reconocemos, más que estafadas, enfadadas de no sabernos zafar de tanto -con perdón- gilipollismo compartido y haber caído en los dos momentos más consumistas del año con cuatro exhalaciones de cansancio sólo de por medio. Así que aún reconociendo mi culpa, mi karma pecador, también quiero hacer un llamamiento a la rebeldía. Basta ya.
Y no me acusen de banal por esta queja. Ya sé que hay cosas más importantes contra las que levantar la voz y en la que gastar energía; ya sé que es más necesario gritar contra la mala leche de Eta y ese desandar el camino en el proceso de paz; contra la situación en Irak; contra la repetición, hasta la saciedad, en la televisión del vídeo -me da igual si sólo son los preparativos o también está la ejecución- de Sadam (porque, no sé si se nos ha olvidado, que España está contra la pena de muerte); contra la violencia de género; contra el precio de la vivienda; contra...
Sí, ya sé que todos esos objetivos son mucho más nobles. Pero en esas cosas mucho más importantes las rebajas del Tío Paco duran todo el año.
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