Miércoles, 10 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6233.
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Juzgan a un violador que pidió ayuda en vano antes de delinquir
El procesado estaba en libertad condicional por otra agresión sexual y acudió sin éxito a la asistenta social al ver que «se le iba la olla»
CAROL ALVAREZ

BARCELONA.- La Administración Penitenciaria le enseñó a reconocer sus emociones y a controlarlas, pero cuando Javier detectó que se desmadraba y pidió ayuda, sólo le dieron pastillas.

Javier P.V. lo contó tal cual ayer ante el tribunal de la Audiencia de Barcelona que je juzga por haber agredido sexualmente cinco veces en tres horas a una joven a la que abordó una noche a punta de navaja. Era el 4 de junio de 2005, y el acusado disfrutaba de la libertad condicional en cumplimiento de una condena que sumaba 26 años de cárcel por robo, rapto y violación.

La Fiscalía pide ahora provisionalmente penas que suman 54 años de prisión por los robos y agresiones sexuales cometidos, a la espera de que en una próxima sesión del juicio se practique una prueba pericial sobre su estado de salud mental.

Javier entró en contacto con el sistema penitenciario con sólo 18 años, cuando ingresó en un centro de menores por violación y rapto. En su peregrinaje carcelario, conoció las prisiones de Brians y Ponent, y no fue hasta octubre de 2004 que salió en libertad.

Según contó ayer el acusado, durante su estancia en prisión se sometió a diversos programas resocializadores, orientados a controlar los impulsos y a prever sus explosiones violentas. «Se supone que sí me había socializado, sino no me habrían dejado libre», explicaba ayer ante el tribunal de la sección octava.

Jesús había vivido más tiempo entre rejas que en libertad, al menos en situación de control. Estuvo de baja médica un tiempo y cuando se le acabó sintió que «se le iba la olla», y consciente de que sentía «ganas de delinquir» acudió a la asistenta social y a la psicóloga del centro, que a su vez le remitieron a un centro de salud mental de Horta-Guinardó. El diagnóstico que recibió fue el de ansiedad, y el tratamiento, tranquilizantes.

Javier contó que la madrugada del 4 de junio había consumido drogas y alcohol a consecuencia de «un problema» emocional. Salió a la calle y asaltó a una chica de 18 años en la avenida de Gaudí de Barcelona. Primero le robó a punta de pistola dinero, y la obligó a ir a un cajero automático a extraer más. No satisfecho con ello, el procesado empujó a la joven hacia un portal, y allí la obligó a practicarle una felación. También la manoseó, antes de proseguir su ruta por los cajeros automáticos del barrio a la busca de más dinero.

Javier agredió sexualmente de nuevo a su víctima tras arrinconarla en una parada de metro de los alrededores, Sagrada Família. La presencia de una paseante por la zona llevó al acusado a cejar en su actitud, pero sólo por un momento: aún amenazando a la joven, la llevó a otra boca de metro solitaria para violarla otra vez. Tras estos hechos, exhortó a su víctima a que permaneciera quieta mientras él salía al exterior a fumarse un cigarrillo. El acusado aún quiso violar una última ocasión a la joven, a la que pinchó con la navaja en la cara y el hombro. Fue entonces cuando la víctima se puso a gritar y asustó al procesado.

Javier reconoció estos hechos, así como el robo de la mochila de la joven, que llevaba una cámara de hacer fotos, un teléfono móvil y un MP3, entre otros efectos.

Según el abogado de Javier, José Numba, el acusado se encuentra en estos momentos en una celda de aislamiento del centro penitenciario de Barcelona y bajo tratamiento médico por ansiedad y depresión.

Javier dijo estar «arrepentido» por sus actos. «Sabía que estaba haciendo mal, no sé por qué lo hice, no puedo explicarlo», afirmó. «Le dijeron que pidiera ayuda si la necesitaba y así lo hizo, aunque puede que no dieran suficiente importancia a sus manifestaciones de que estaba perdiendo la capacidad de autocontrol y que no tuvieran en cuenta los antecedentes que tenía esta persona y a dónde podía llegar», señaló el abogado.

Para Numba, «si la maquinaria hubiese funcionado mejor puede que alguien hubiera detectado lo que ocurría». El letrado denunció que «se debería haber hecho un seguimiento, mientras no tengamos pruebas de que las terapias funcionan».

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