Miércoles, 10 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6233.
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 DEPORTES
DESDE EL CAMION 938
Me he dejado muchos amigos en la pista
MIGUEL PRIETO

«Ojalá que no haya que verter lágrimas», escribí anteayer, soñando con que no hubiese que lamentar ninguna víctima entre los lugareños que se acercan a ver la carrera. Y horas después, en el mediodía de ayer, nos alcanzaba a todos la tragedia. «Se ha matado un motorista», me dicen, y desde el primer momento asumo que para todos será un día duro, empezando por los recuerdos. En mis 19 años en el Rally Dakar, me he dejado a muchos amigos en las pistas, no menos de 10 motoristas y varios pilotos de coches. Algunos íntimos, con quienes compartí mantel, risas y confidencias en numerosas ocasiones. Con alguno, había charlado instantes antes del accidente.

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Me duelen todos los ausentes, y el último cercano que falleció aparece el primero en la memoria. Henri Magne había sido copiloto de Schlesser, Serviá o Alphand. Todo experiencia y profesionalidad, perdió la vida cuando acompañaba a Nani Roma durante el Rally de Marruecos. En los mismos terrenos, despedimos a Elmer Symons, a quien no llegué a tratar.

Medios que jamás atienden a la carrera destacarán con amplitud la muerte del sudafricano, y los críticos con esta aventura se sentirán fortalecidos para sus ataques. Lo considero injusto. Sinceramente, en esta prueba hay pocos accidentes, considerando que unas 3.000 personas nos movemos alrededor: equipos técnicos, organizaciones humanitarias, periodistas y, por supuesto, los competidores.

Para ellos, la cena será el momento de compartir lamentos y reparos. Estos sucesos afectan más a los del gremio -recuerdo cómo sufrieron los motoristas tras el accidente de El Carni-, sin embargo, la tristeza no conduce al miedo. Para mí, como para la mayoría de participantes, la tragedia no supone temor. Porque todos aceptamos el peligro y asumimos que la nuestra es una profesión de riesgo. Así, cuando a la mañana siguiente al drama te ajustas el casco, tu cabeza ya sólo entiende de velocidad. Con las cautelas necesarias, tiras de acelerador y tratas de ir lo más rápido posible. Siempre consideras que tienes el control de la situación, te sientes seguro de que nada te pasará. Aunque a veces...

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