Alan Mulally, el nuevo presidente ejecutivo de Ford, debía haber sido la estrella de este Salón de Detroit. Pero el ex vicepresidente de Boeing, a quien Bill Ford Jr. convenció para que le relevase al frente de la compañía que fundó su bisabuelo, se ha prodigado poco. El nuevo jefe de la firma del óvalo azul apenas ha hecho un par de apariciones con ocasión de la presentación de algunos modelos, aunque esto ha sabido a poco.
La única intervención reseñable fue cuando se dirigió a los medios de comunicación para afirmar con rotundidad que Jaguar y Land Rover no se venden. Pero se esperaba más. Porque prácticamente ya ha cumplido los 100 días desde su llegada a Ford y porque la compañía necesita una actuación rápida.
Lo cierto es que su figura despierta división de opiniones. Para unos, el que haya conseguido una financiación de 23.400 millones de dólares (unos 18.250 millones de euros) mediante una emisión de obligaciones, supone el haber empezado por el principio. Es decir, asegurar los recursos financieros.
Sin embargo, apenas ha habido otros movimientos salvo el nombramiento de Derrick Kuzak como responsable global de producto, con la intención de que, a imagen de lo que ha hecho siempre Toyota y desde hace pocos años también General Motors (GM), se aprovechen al máximo las sinergias y las economías de escala entre todos los modelos que producen las divisiones mundiales de Ford.
A falta de otras actuaciones, son rumores lo que corren respecto a su labor interna. Según éstos, Mulally está criticando duramente la falta de criterio que ha existido en la compañía durante la última década, que ha dado lugar a decisiones que eran contradictorias con otras que se habían tomado poco antes.
Igualmente, parece que el nuevo máximo ejecutivo de Ford está aumentado la presión sobre el marketing de las marcas, que en su opinión está trasnochado. Pero todo esto no son más que rumores, sin más posibilidad de comprobación que la nueva línea en los anuncios de algunos modelos.
Mulally ha reconocido públicamente que es un entusiasta de Toyota -a la que ha definido como «la máquina que cambió el mundo»- y de Lexus, uno de cuyos modelos conducía hasta entrar en Ford. Y son las características de estos coches las que le gustaría encontrar en la nueva gama que ha puesto en marcha y que deberían componer toda la gama en 2010, momento en que espera que la división norteamericana vuelva a dar beneficios.
En lo que se refiere a la reestructuración industrial en Estados Unidos, siguiendo el plan Way Forward -diseñado hace un año por Mark Fields, actual responsable de los mercados del continente americano- se ha hecho una oferta de prejubilaciones y bajas incentivadas a las que podrían acogerse hasta 70.000 trabajadores, aunque no se insiste mucho en su aplicación.
Esto quizá se deba a que Ford, como otros fabricantes estadounidenses, tiene en breve que negociar un nuevo convenio con el sindicato Union of Automobile Workers (UAW).
Por otra parte, Mazda la marca japonesa controlada por Ford, ha presentado en Detroit el prototipo Ryuga, voz japonesa que significa flujo grácil. Es un coupé de cuatro plazas que ha sido diseñado por Yasushi Nakamuta. Dispone de dos puertas tipo ala de gaviota y monta un motor capaz de funcionar con bioetanol.
Quizás la marca trata de disimular que se trata de una propuesta de lo que podría ser el modelo que reemplace en su momento al coupé RX8 que monta un motor rotativo.