CARMEN RIGALT
Con frecuencia escribo en primera persona porque soy maleducada y se me escapa, pero lo doy por bien empleado. Cuento la realidad como la veo, de forma que si alguien no está de acuerdo, siempre podrá decir que me pierde la subjetividad. No es que se me vea el plumero. Es que lo enseño directamente. Otros hacen lo mismo, pero hablando como el Papa, y sin cortarse un pelo. En fin.
Detesto la política porque está llena de prepotentes y miserables. A veces no me queda más remedio que entrar al trapo, y entonces lo hago sin remilgos. Hoy, por ejemplo. Yo también tengo mi opinión sobre las consecuencias del atentado en la Terminal 4. Aquel día me sentí desolada. Mientras sonaban los bomberos, las hienas corrían a tomar posiciones. No hablo de ETA, porque en la lógica de los terroristas está el terror, como en la lógica de los santos está la bondad. Hablo de los políticos y los periodistas. Hace feo decirlo, pero parecía que los agoreros de la palabra estaban satisfechos porque el atentado reforzaba sus argumentos.
Con el paso de los días, el país real ha reaccionado y la gente de buena fe empieza a enseñar la patita. No son una ni dos sino muchas las personas que piensan por su cuenta, ajenas a las consignas políticas. Si hay que negociar, que se negocie, dicen, aconsejadas por su propia lógica. No se trata de gente de partido sino de ciudadanos corrientes y molientes, hombres y mujeres que desean vivir tranquilos y sin sobresaltos. A ellos no les hables de servir a la política porque te dirán que la política está para servirlos a ellos.
Rodríguez Zapatero me parece un presidente mejorable (manifiestamente mejorable, añado), pero es el que hemos votado. Siento bochorno cuando lo llaman traidor. Bastante tiene el pobre con ser rarito y haber ganado a contrapelo. También doy por buena esa versión según la cual le gustaría pasar a la historia como un ángel pacificador. ZP vive ensimismado, igual que sus predecesores (el autismo del poder es contagioso), lo que le lleva a cometer severos deslices. Si su empeño de paz es sólo un reto personal para inflar el ego, allá películas y allá él. A mí me interesa el resultado. Pienso lo que pienso y voto lo que voto, y además me fastidia que con mis intenciones se cocinen encuestas a la carta. Maldigo el puto sectarismo. Soy una ciudadana del montón, minoría inmensa, pero no tengo un pelo de tonta y seguramente ando menos desencaminada que los grandes charlatanes de la patria.
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