Miércoles, 10 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6233.
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ARCADI ESPADA

Después de declararse autores del atentado de Madrid, los terroristas anuncian que el alto el fuego permanente continúa vigente. Ese continúa, tan vigente, permanente y sorprendente. Podría admitirse que los terroristas hubiesen roto el alto el fuego el día 30 y lo hubiesen declarado de nuevo el 31. Justo el 31. Pero no veo rastro de estas operaciones mecánicas en el resumen del comunicado. Es el triunfo absoluto del Adolescente: «La política no puede estar al servicio de las palabras sino las palabras al servicio de la política». Desde ese punto de vista triunfante no entendí que el ministro Rubalcaba se doliera en su día de que los terroristas no hubiesen avisado: eran las palabras al servicio de la política: y tocaba callarlas y hacer política, es decir, poner bombas. Ahora ya sabemos lo que es un alto el fuego. Un alto el fuego es un alto al muerto. Espera, espera, que no he acabado. Un alto al muerto no implica que no haya muertos. Implica que no quiero que haya muertos. O sea, entre la frase llevan tres años sin matar y la frase llevan tres años y un día sin querer matar no hay tanta diferencia. Tanta diferencia política, entiéndase. En lo tocante a Palate y Estacio sí que hay diferencia, pero yo mismo he defendido siempre que las víctimas no pueden conducir el proceso de negociación. El rol de las víctimas es morir.

Es momento de volver a Carroll. Críticamente, bien que lo siento. Había dejado dicho en su Alicia que sólo el poder nombra. ¿Y bien? Aquí nombra el mundo. Zapatero, primus inter pares, y sus accidentes. ETA y sus altos fuegos fatuos. Los manifestantes de Bilbao, desde luego, que llaman al diálogo. Pero, ¡sorpresa!, también los manifestantes de Madrid que llaman a la paz. ¿No habíamos quedado que la paz era el antónimo de la guerra? ¿Y que no hay guerra? Y por cierto: ¿a quién llaman a la paz? No será a ETA, desde luego. ¡Estaría bueno que, aunque fuera a gritos, todavía se hablaran con ETA! En esta manifestación, y en el momento en que escribo, hay también una dura pugna entre el Foro de Ermua y UGT de Madrid, los dos en primera división: se pelean por la palabra libertad. Unos la quieren en el lema y los otros no. Qué coño importará quién qué. Pero la cota máxima ha estado en el encuentro entre Zapatero y Rajoy. Y en las palabras de la vicepresidenta urgiendo al tranquilo caballero galaico y constitucional a que se sume a la unidad contra ETA. Esas palabras las han repetido tal cual los periódicos. Alguno incluso mejorándolas. Aunque exponiéndose, como cualquiera que se agacha, y dejando ver el finis Africae adonde ya hemos llegado: que a la negociación con ETA se le llame ahora, y gallarda, la lucha contra ETA.

Coda: «De hecho... pero hasta ahora siempre me he equivocado. Juzgo como un intelectual, y el señor Goebbels cuenta con una masa embriagada. Y, además, con el miedo de los cultos» (Víctor Klemperer, La lengua del Tercer Reich).

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