En la década de los 60 consiguió enamorar a toda una generación cantándole a un corazón «en bandolera», acariciando «un mechón de su cabello» o poniendo sus «manos en tu cintura», mientras «cae la nieve».
Pero Salvatore Adamo (Comiso, Sicilia, 1943) es algo más que un gran icono de la canción romántica. Autor también de temas de claro compromiso social y político -«aunque no me gustan los extremos, mis canciones siempre son uno o dos grados de izquierdas»-, no duda en abogar por la solidaridad internacional con los más desposeídos y en defender la capacidad del amor y de la música para cambiar el mundo.
«El amor es la única cosa que puede unir a todo el mundo. Y aunque vivimos tiempos de un cinismo terrible, creo que las canciones pueden hacer reflexionar a la gente y quizá llegue un día en que los dirigentes mundiales las escuchen e intenten seguir su mensaje».
De esta forma se expresaba el cantante ayer en Barcelona, ciudad a la que esta noche regresa después de una ausencia de 18 años invitado por el Festival del Mil·leni. Con las entradas agotadas desde hace semanas, Adamo ofrecerá una única actuación en el Palau de la Música que tendrá todas las características de un gran reencuentro.
Acompañado por una banda de siete músicos, el cantante ofrecerá un espectáculo en el que abundarán los títulos más emblemáticos de su repertorio, aunque también presentará sus más recientes composiciones; incluyendo las de su último álbum, La part de l'ange, que se editará en castellano el próximo otoño.
«Soy un hombre de mi tiempo y no vivo del pasado», asegura el artista, que de paso recuerda que la última vez que estuvo en el Palau, hace cuarenta años, «me tocó actuar solo con guitarra porque el avión en el que venían mis músicos no pudo despegar del aeropuerto de Bruselas».
Sobrio, cortés y elegante, este hijo de un minero italiano afincado en Bélgica -«nunca he olvidado mis orígenes humildes porque son una escuela de vida»- lamenta que el amor «no sea la prioridad» de la sociedad actual y reconoce que hoy en día resulta «muy difícil ser romántico, porque hay muchas cosas que interfieren en las relaciones; como el sida, por ejemplo».
No obstante, Adamo está convencido que «los sentimientos no se han perdido» y que «simplemente, lo que ha cambiado son las formas.El romanticismo sigue existiendo, lo que pasa es que la gente joven lo expresa de una manera más íntima».
Adamo, que a lo largo de su carrera ha cantado en nueve idiomas diferentes y ha vendido más de 80 millones de discos, no considera rutinario seguir interpretando, después de 40 años, una misma composición -«siento mucho agradecimiento por estas canciones»- y sólo lamenta la vigencia de contenidos de alguno de esos antiguos éxitos.
Tal es el caso de Inch'allah, una canción sobre los países árabes.«No me causa placer tener que seguir cantándola porque eso significa que el problema del Medio Oriente sigue existiendo», afirma el cantante, autor también de temas contra la dictadura soviética -Vladimir, Tout le Long du Mekong...- y contra el régimen franquista -Manuel-. Este último inspirado por «un periodista que me habló de los problemas que había padecido por escribir artículos en contra de Franco», explicó.
A sus 63 años, Salvatore Adamo no cree que haya fórmulas exactas para alcanzar el éxito, aunque sí cree que éste «se queda con la excepción», en una clara reivindicación de la honestidad del artista consigo mismo.
«Cae la nieve era una canción que no tenía nada que ver con la moda ye-yé del momento, y sin embargo triunfó. Yo nunca he pretendido estar de moda, sólo escribir mis canciones tal como las siento».
Respecto al panorama musical del momento cree que «hay de todo; artistas artesanos y otros que pueden considerarse un producto», pero no se atreve a afirmar si las nuevas generaciones podrán tener un recorrido artístico tan largo como el suyo. «Los jóvenes deben darse cuenta que el éxito puede ser fugaz y prepararse para trabajar desde el anonimato», advierte.
Por la noche y bajo la nieve, un corazón en bandolera
Aunque nacido en Italia, Salvatore Adamo creció y se dio a conocer como artista en Bélgica, país al que su familia emigró cuando él era un niño y en el que continúa residiendo en la actualidad.
Su primer peldaño en el largo camino al estrellato lo dio al ganar el ganar un concurso en Radio Luxemburgo en 1960 y tres años más tarde alcanzó su primer gran éxito con Sans toi, ma mie.
Luego vendrían Salut les copains, La nuit, Mes mains sur tes hanches i Tombe la neige. Esta última, una canción a la que reconoce como la que más le emociona de su repertorio «porque era la preferida de mi padre». Y a continuación sitúa En bandolera, de la que dice fue «la primera canción de mi madurez».
Sus éxitos suman un total de 22 discos de oro.