Jueves, 11 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6234.
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Desde la debilidad se encuentran muchas dificultades para el entendimiento. Desde la firmeza muy pocas (F. Abril Martorell)
 CIENCIA
La duda sistemática
A. RUIZ DE ELVIRA

Hay seres humanos que son muy listos. Lo saben todo, a pesar de que lo primero que uno aprende en ciencia, y la frase que debe estar siempre presente en las mentes de todos los científicos, y de hecho, de todas las personas, es aquella frase tan bella de Sócrates: «Solo sé que no sé nada». Desde el Reino Unido, desde Bruselas, desde múltiples foros, y con la excusa de combatir el cambio climático, se propone hoy volver a la energía nuclear, y los sabios hablan a los pobres mortales asegurándoles que la energía nuclear es segura.

Pues bien, la realidad es otra. Los reactores nucleares son bombas atómicas controladas, que pueden explotar, y de hecho explotan, como ocurrió en Chernóbil. Y los reactores nucleares producen residuos radiactivos de larga vida, como son los isótopos de plutonio. Hasta ahora, estudios de simulación numérica de los daños que causa la radiación alfa del plutonio a los materiales de las vasijas que deben guardar durante miles de años los residuos radiactivos, indicaban que eran de esperar pocos problemas en ellas. Se consideraban seguras.

El estudio que publica hoy Nature, que describe un experimento de una precisión magnífica, analiza los daños que la radiación alfa del plutonio produce realmente en un material, el zirconio, que es característico de las vasijas. El experimento indica que los daños al zirconio son entre dos y dos veces y media mayores que los determinados mediante simulaciones numéricas.

Bienvenido sea este experimento por tres motivos. El primero, y más importante, es que nos indica que aún sabemos muy poco de los efectos de la radiación sobre los materiales. Mientras no sepamos mucho más, debemos evitar lanzarnos alegremente por la senda nuclear. El segundo es que indica la inmensa arrogancia de ciertos científicos, que olvidando la sabiduría de Sócrates, avanzan por la vida ignorando el primer principio de la ciencia: la duda sistemática. El tercer motivo es también muy importante: nos habla de que la ciencia de verdad, la ciencia real, se hace en los laboratorios. En un mundo de físicos dominado por modelos de partículas que por definición son incomprobables en el laboratorio (supercuerdas), es muy sano que de vez en cuando volvamos a la ciencia real, la del experimento.

¿Necesitamos una energía nuclear peligrosa, radiactiva y contaminante? De ninguna manera. Hoy tenemos toda la energía que podamos necesitar en los próximos 1.000 años: la energía solar. Es inocua, barata, transmisible, almacenable, y da trabajo a cientos de miles de personas. Elijamos bien nuestro futuro.

Antonio Ruiz de Elvira es catedrático de Física de la Universidad de Alcalá.

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