Angeles González Sinde es, desde hace tres semanas, además de guionista, «pastora de gatos», según apreciación propia. Habrá quien diga que por asuntos de familia. Su padre fundó la Academia de Cine en 1986 y la presidió hasta 1988. Y ella, dos veces Goya (por el guión de La buena estrella y la dirección de La suerte dormida), llega con 41 años a la misma silla caliente que abandona Mercedes Sampietro, que llevaba seis años en ella, los últimos tres forzada por la ausencia de candidatos.
González Sinde venció a Gil Parrondo por 125 votos a 98 en unas elecciones que, por lo excepcional, revelaron el escaso sentimiento grupal del cine español: en los 20 años de la Academia, era la primera vez que se podía elegir entre dos candidaturas. La asamblea, cuentan, fue festiva. ¿Estará cambiando algo?
Pregunta.- ¿Ya se ha convencido de que esto no es un marrón?
Respuesta.- Hombre, marrón... Hay que convertirlo en algo apetecible. Yo me he presentado en una terna, con [Enrique] Urbizu y [Manuel] Gómez Pereira, que será colegiada. De momento, no hay marrón. Además, me apasiona hablar de cine.
P.- ¿Lo compatibilizará?
R.- Debo hacerlo quiera o no: esto no está remunerado.
P.- ¿Por qué levanta el cine español tantos odios como pasiones?
R.- Sí, eso está muy en los medios. El otro día, tu periódico titulaba: 'El cine español pierde tantos espectadores', y luego leías, ¡y también los perdía el americano, incluso más!
P.- Pero no será cosa sólo de los periódicos, ¿no?
R.- Todo el mundo ha perdido espectadores y va a perder más. Los cines se cierran, todos compramos teles enormes con cinco altavoces. Hay que acostumbrarse: la sala quedará para minorías, para los niños...
P.- ¿Entiende esa animadversión?
R.- Está muy automatizada, a veces por desconocimiento. Entras en un taxi y el tipo suelta un exabrupto. Y le dices: 'Ah, pero ¿ha visto Vete de mí, una con Juan Diego?'. Y te dice: 'No, cuál es'. Es un cliché que hay, claro que un cliché extendido...
P.- ¿Lo atribuye sólo a los medios de comunicación?
R.- A varias cosas. Una, que los españoles somos así: todo lo nuestro no nos gusta, eso es muy del 98. Por ejemplo, el zapato o el juguete están en crisis por las importaciones de China y el bajo coste. ¡Y nadie piensa que están en crisis porque no son bonitos! Pero el cine son emociones...
P.- Y eso...
R.- Y eso vale para la gala de los Goya también, que nunca va a dejar indiferente a nadie. El cine cuenta historias y tú vuelcas tus proyecciones: te gustaría ser Spiderman y aplastar a tu jefe. Sientes que puedes opinar de Trueba y Resines porque los conoces desde hace años, han estado en tu casa. Eres depositario de los sentimientos de la gente.
P.- Y luego está la cantinela de las subvenciones...
R.- Exacto. Que, además, ahora son la mitad de lo que eran con Carmen Alborch, mientras sectores como la agricultura o la educación están subvencionados y nadie se queja. Todo se toma por el lado visceral.
P.- ¿El cine español sigue sometido industrialmente al americano?
R.- Sí, eso sucede, encima lo jaleamos, pero es injusto. Suele partir del desconocimiento. El talento es democrático: está repartido por igual; otra cosa es la técnica y los medios. '¡Es que el cine francés es mejor!'. Pero ¡es que aquí sólo llega lo mejor! En cualquier país, las pelis buenas se cuentan, cada año, con los dedos de la mano.
P.- Las cifras...
R.- Dicen: '¡Es que la película de Cesc Gay no ha dado un duro!'. Pero es que no es Piratas del Caribe, hay que compararla con la de Kaurismaki. Yo, si hubiera colas bestiales para ver la peli de Wenders y no para las españolas, me preocuparía. Pero sólo las hay para los taquillazos.
P.- Proteccionismo, ¿sí o no?
R.- Hay muchas formas de proteccionismo. EEUU es increíblemente proteccionista con su cine y es fenomenal. En la agenda de su Secretario de Estado, el cine es estratégico; para Europa, no. Aquí echan a 150 de una fábrica y nos llevamos las manos a la cabeza; es la gente que participa en un rodaje.
P.- ¿Cuál es su posición?
R.- No soy de economía, pero el sistema actual no funciona. Hay que proponer otro, de financiación y distribución. El cine español sólo llega a Madrid y Barcelona. En el resto, sólo a las Cajas de Ahorros, que ponen cine un día al mes.
P.- ¿Peleará la industria española por el mercado latino de EEUU?
R.- Yo he vivido allí, y el inmigrante quiere hablar inglés, no que le recuerden que es chicano.
P.- ¿Qué papel jugará la Academia en la nueva Ley del Cine?
R.- Puede que ninguno, no lo prevén nuestros estatutos. Está habiendo reuniones estos días con el Ministerio y no nos han convocado: no tenemos ese fin. Si hay un conflicto, podemos mediar, pero...
P.- ¿Se deja esa interlocución a las asociaciones gremiales?
R.- Sí, ellos tienen un carácter más sindical. Nosotros damos a los académicos la oportunidad de debatir y no es poco: la gente del cine coincide muy poco tiempo en un rodaje. El actor y el de sonido casi ni se ven. Falta algo que ligue a todos.
P.- ¿Vuelve la concordia a la Academia? ¿Pedalearán todos a la vez?
R.- Somos gente dedicada a la creación y espero que generemos cosas, pero también francotiradores. Hay que ser realistas.
P.- ¿Y el tema Almodóvar?
R.- El día de las nominaciones le vimos, pero enero es muy complicado, para la Academia y para él [los Goya y los Oscar están al caer]. Al día siguiente de ser elegida, llamé a Garci, con quien, además, tengo vínculos familiares por mi padre, y quedaré con él. Necesito escucharles, saber qué falló.
P.- ¿La ceremonia de los Goya será floja mientras no haya dinero?
R.- Me enteré hace poco y te quedas a cuadros. ¡Ningún presentador de la gala ha cobrado nunca! Pero este año ya estaba previsto que se produzca fuera [lo harán José Corbacho y El Terrat], y me parece una buena solución.
P.- En cualquier caso, ¿que hablen de uno, aunque sea mal?
R.- Quizá... Con los Goya siempre va a ser así, la gente se implica. Pero si no fuera así, nos moriríamos.
P.- ¿Un solo mandato, o piensa más allá?
R.- Sólo me planteo estos tres años. Me dicen que es mejor dosificarse, que a los seis meses te desfondas. ¡Quizá luego sea una catástrofe! [ríe]. Pero hay que intentarlo.
P.- ¿Qué Academia quiere dejar Angeles González Sinde al final?
R.- Entramos hoy en la nueva sede, un edificio flamante, recién acuchillado. Me gustaría que, cuando me vaya, todo esté gastado y usado, que haya que comprar más sillas porque viene mucha más gente. Quiero una Academia muy de los académicos, un punto de encuentro.
P.- ¿Hasta ahora no lo ha sido?
R.- Pues... no, porque no había espacio ni oportunidades.