El nombre de Estefanía Muñiz le dirá al gran público poco o nada. Sin embargo, el currículo de esta joven cineasta y ahora también escritora engorda lenta pero inexorablemente.
Carmelo Gómez protagonizó su primer corto, Construir, que ganó un buen número de pequeños galardones. No me quieras tanto, su siguiente paso, fue mejor videocreación del Festival de Alcalá de Henares 2003. Ecos fue nada menos que mejor corto en el Festival de Cine Independiente de Nueva York 2006, y ahora Muñiz publica su primer libro de poesía, Corazón ombligo.
«Estudié Derecho y ejercí unos años, pero pronto dejé la abogacía por el cine. Desde niña, he escrito», se presenta Muñiz, que da salida a sus inquietudes por dos vías: la visual y la escrita. Su primer corto se abría ya con unos versos del poeta Victoriano Cremer y Muñiz (León, 1974) se dice influenciada por Paul Eluard y Sylvia Plath, pero también queda un último vértice para la música: el violinista Ara Malikian protagonizaba y ponía cuerdas a Ecos.
El cortometraje premiado en la Gran Manzana es, según su autora, «un cuento cruel y real que narra cómo, en nombre de ciertas tradiciones, se aparta a los que son distintos hasta extremos impensables. Luego llega la culpa. La superación del sentimiento de culpa, que no siempre recae en el causante del daño. Y el centro del cortometraje es lo que dice Mercé Llorens [coprotagonista junto a Malikian] al final: 'El amor es la plenitud de todas las leyes'».
El nexo entre Ecos y Corazón ombligo es «el amor,, que, en realidad, es el hilo conductor de toda mi obra. Escribo historias de amor siempre. Como trama o subtrama y, en muchas claves, desde la desesperación a la alegría, del dolor al placer, pero nunca la indiferencia, nunca la anestesia, ése no es mi tema», dice.
Como reverso, Muñiz utiliza el dolor: «Yo veo el dolor a mi alrededor», dice. «Lo veo y lo sufro porque me pongo en la piel de los demás. La empatía en esta sociedad está desapareciendo, la perdemos, cada uno va a lo suyo. Y, sin embargo, mis historias tienen dolor y sueños. Es una mezcla rara que te gusta o la odias. Es así. Hay dolor y el cuento de hadas. Como el veneno y el antídoto, para poder sobrevivir».
En Corazón ombligo, que llega aunando las palabras de Muñiz y varias obras de su tío, el pintor Ramón Villa, la autora ha volcado su pasión por Eluard y Plath: «Cuando le leí a él por primera vez, pensé que me hablaban en un idioma desconocido, pero que comprendía perfectamente, y lo mismo me pasó con ella».
Y, de todos los terrenos que pisa, ¿cuál alimenta a los demás? «La escritura es el comienzo. He ido guardando poemas, narraciones, escritos sueltos entre los apuntes de la universidad, tengo dos novelas inéditas. Y Ecos es la adaptación de una de ellas. Escribo porque lo necesito, como respirar. Nunca me lo he planteado. Siempre escribiré».