José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, anunciaba ayer, flanqueado por dos comisarios y acompañado por una decena de informes, su plan Energía para un mundo cambiante. Pero, más allá de los objetivos futuros y los títulos rimbombantes, lo que sigue sin cambiar en la UE es su mercado interior, aún dominado por monopolios de compañías privatizadas o semipúblicas.
Barroso, el comisario de Energía, Andris Piebalgs, y el de Medioambiente, Stavros Dimas, proponían recortar «al menos» un 20% las emisiones causantes del cambio climático para 2020, debatir la vuelta a la producción nuclear y aumentar las energías renovables hasta que representen un 20% del total dentro de 13 años.
Mientras, la responsable de Competencia, Neelie Kroes, insistía en lo que para ella es más básico e inmediato: combatir los monopolios. La comisaria amenazó a las grandes empresas que dominan los mercados de sus países de origen con desmembrar su negocio y multarlas con hasta el 10% de su facturación si siguen obstaculizando la entrada de competidores y controlando los precios, como revela su investigación sobre la liberalización del mercado.
«Este informe será una lectura incómoda para muchas empresas», anticipó la comisaria, una de las más poderosas de Bruselas por sus competencias sobre fusiones. Kroes estaba, en realidad, subestimando la reacción de los Estados, preparados para luchar contra cualquier movimiento. El ministro de Industria francés, François Loos, dijo que la Comisión «oirá» sus protestas y que Alemania, presidente de turno de la UE, «está de su lado». La principal candidata germana al despiece, E.ON, se apresuró a denunciar la idea: «Significaría una expropiación de nuestros accionistas. Una intervención tan radical llevaría a menos competencia y pondría en peligro el suministro», declaró la empresa que aspira a quedarse con Endesa.
Bloqueos
Kroes, partidaria de la creación de compañías paneuropeas, critica las concentraciones cuando se limitan a sus fronteras de origen, como los casos del monopolio francés o el duopolio español. Los mercados, controlados por empresas privatizadas o aún semipúblicas, como Gaz de France, están marcados por la integración de la producción y distribución, algo que bloquea cualquier posibilidad real de competencia.
Kroes quiere acabar con esta unión y asegura que no dudará en utilizar sus poderes para partir los gigantes energéticos. La Comisión nunca ha apostado por desmembraciones «a la americana», como la ruptura obligada del gigante petrolífero Standard Oil o de la compañía de telecomunicaciones AT&T, pero Francia y Alemania presionan para que se abandone el tema. De hecho, sus Gobiernos ya han conseguido, en contra de la opinión de Kroes, que la Comisión considere una segunda opción para no fracturar las empresas, como la creación de un operador independiente que gestione la red de cada país, aunque sea de propiedad de una de las grandes, y facilite el acceso a todas las compañías por igual. Los líderes de los Veintisiete discutirán en marzo este modelo, que, de ser adoptado, debería aplicarse en toda la Unión, si bien la comisaria repite que la vía «más eficaz» es la división de las empresas.
Una vez resuelto su problema interno de competencia, la UE deberá ocuparse de su modelo de producción energética, «insostenible», según el informe publicado ayer por la Comisión, tras un año de crisis con Rusia -éste es el segundo invierno en que la negociación con un país de tránsito, este enero Bielorrusia, pone en peligro el suministro hacia Centroeuropa- y hasta apagones en cadena. Sin cambios, la dependencia energética de la UE del exterior pasará en 2030 del 50 al 65% -en España ya roza el 80%- y la factura le costará a la UE 170.000 millones de euros más dentro de dos décadas.
«Tenemos una adicción a la energía», decía ayer Barroso, en un plagio de la declaración de George W. Bush sobre los americanos adictos al petróleo, aunque la solución del europeo no se parezca a la del presidente de EEUU.