R. J. A.
MADRID.-
El 28 de diciembre, los Santos Inocentes descendieron hasta la cárcel de mujeres de Dubai y posaron sus manos sobre el velo de Fátima, que ya es el pelo libre de Patricia. Porque, antes de convertirse al islam y cambiarse de nombre, Fátima era Patricia. Patricia Martínez, española de Alicante que un día de 2000 fue detenida bajo la acusación de esconder en su maleta dos kilos de heroína y condenada, en un juicio sin abogado defensor, a 15 años de prisión.
Seis años después, el Gobierno de los Emiratos Arabes ha escuchado las súplicas de un manojo de políticos y defensores de los Derechos Humanos y la ha indultado.
Y como de Reina Maga en musulmán, Patricia/Fátima ha regresado a Alicante para volver a ver a su hijo justo el 5 de enero, noche de milagros en casa de los Martínez.
El empujón final lo ha dado Juan Fernando López Aguilar, quién sabe si también en su última gestión como ministro de Justicia. Cuando en noviembre el político canario viajó a Emiratos, le pidió al ulema sunita Al Sayer Ali Al Hashimi una rebaja o una supresión de la condena de la única española presa en ese país.
Era una más en la carpeta de ruegos por Fátima, cartas y conversaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores, de la Fundación Ramón Rubial, de la Comunidad Islámica de Madrid y de Alicante, de varias mezquitas españolas...
Patricia oyó un día que si un preso aprende el Corán, recorta tiempo de cárcel en Emiratos. Tanto estudió que cambió de religión e hizo una de las llamadas de su vida. «Mamá, me he convertido al islam. Me llamo Fátima», contaba en marzo de 2005 a EL MUNDO Conchita, una madre en pie de lucha.
Ahora, el islam ha funcionado con unos cuantos santos inocentes.
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