El honor de la sangre y el respeto por el linaje son asuntos que hoy en día no provocan un ardor excesivo en el ánimo de la ciudadanía. Pero hubo un tiempo no demasiado lejano en que la aristocracia defendió hasta el paroxismo la conservación de su propia especie. Benito Pérez Galdós retrató en El abuelo la España de 1900 haciendo una crítica social sobre este asunto. En 1903 se estrenó su versión escénica en el Teatro Español, y desde entonces no ha dejado de representarse de una manera regular en las tablas españolas. José Luis Garci la popularizó aún más hace unos años firmando un largometraje que llegó a participar en la carrera por el Oscar y que aún permanece en la memoria colectiva en la persona de Fernando Fernán-Gómez.
Ahora, una síntesis entre la novela y la obra teatral realizada por Juan de Altamira y Carlos Villacís y dirigida por Angel Fernández Montesinos llega al escenario del Centro Cultural de la Villa dándole una vuelta de tuerca a la novela: ahora, la protagonista es una mujer.
«Era más lógico que fuera una mujer», apunta Nati Mistral, la protagonista de la obra. «Cuando vi la película, había algunas frases que Fernando Fernán-Gómez le decía a Cayetana Guillén que chirriaban un poco, eran cosas que sí se dirían dos mujeres enfrentadas, pero que en labios de un hombre sonaban estridentes».
Sin Amparo Rivelles
Mistral estaba en Buenos Aires cuando recibió una llamada del productor Juanjo Seoane. Amparo Rivelles, la protagonista original, se había lesionado una rodilla y necesitaban sustituirla. «Espero estar a su altura», comentó, modesta, la veterana actriz madrileña.
Mistral-Rivelles dan vida a la condesa de Albrit. Doña Mariana vuelve a las tierras de sus antepasados con el fin de resolver y aclarar una duda que, desde la muerte de su único hijo y heredero directo de la casa de Albrit, viene amargando su existencia y los últimos años de su vida. Con este fin concierta una entrevista con su nuera, la marquesa de Laín, madre de las dos nietas que portan la sangre de la estirpe de los Albrit. Sólo una de ellas es la legítima heredera, la portadora del recuerdo del hijo muerto en extrañas circunstancias. ¿Pero cuál?, ¿cuál de ellas devolverá la felicidad y sosiego espiritual que está buscando con anhelo Doña Mariana? Una grande de España que al final de su vida lo único que mantiene es su conciencia de clase, su nobleza y su orgullo como gran señora que es y será hasta su muerte.
«La moraleja, si es que la hay, se escribe al final de la obra», apunta Juanjo Seoane, «cuando el personaje de Nati dice que el verdadero honor está en el corazón, y cuando se ama de verdad no hay honor que valga». Para Mistral, sin embargo, la reflexión que provoca este texto en nuestros días va más allá de la mera anécdota de crítica social. «No se debe olvidar de dónde venimos. Benito Pérez Galdós mostró minuciosamente una España maravillosa, llena de sensaciones, que es nuestra raíz más profunda. Nada en la vida puede ser mejor que ser un hombre de tu tiempo, y él lo fue. De haber sido francés, Galdós sería equiparable a Marcel Proust».
Junto a Nati Mistral, diez actores más recrean el universo galdosiano. Son: Esperanza Alonso (Gregoria), Zorion Eguileor (Venancio), Manuel Aguilar (Don Salvador), Carlos Manuel Díaz (Senen), Patricia Ponce de León (Dolly), Esther Palomo (Nelly/Dolly), Nerea García (Nelly/Dolly), Jorge Merino (Don Carmelo), Emiliano Redondo (Don Pío) y Marisa Segovia (Doña Lucrecia).
«El abuelo era una obra emblemática para actores de cierta edad. Pensé que si la femineizábamos se convertiría también en la piedra de toque de las grandes actrices», explica Seoane. El productor de Quién teme a Virginia Woolf (con Nuria Espert y Adolfo Marsillach), Fortunata y Jacinta, El retrato de Dorian Gray, La casa de los siete balcones o Los padres terribles admitió ayer ante la prensa que el suyo es «un teatro de museo». «Yo escojo siempre obras de arte», explicó, «aunque eso no significa que no deba de existir el teatro experimental».
Espectador desorientado
Nati Mistral, por su parte, fue menos comprensiva. «Tenemos al espectador muy desorientado. Cuando el Teatro Español anuncia un gran espectáculo y luego resulta que se tiran toda la obra inflando globos, el público se defrauda».
Este «gran melodrama» que es El abuelo, según Angel Fernández Montesinos, fue escrito por Benito Pérez Galdós en 1897. Pertenece a su serie de novelas contemporáneas, un intento extremo de realismo en el que utilizó íntegramente el diálogo, de ahí su fácil traslación al teatro. No se sabe qué pensaría el escritor canario si viera a una mujer interpretando al orgulloso conde de Albrit. Es posible que hasta le gustara esa innovación. «Él se atrevió a criticar a la aristocracia y su afán arcaico por salvaguardar el honor a principios del siglo XX, lo que no era nada fácil», concluye Nati Mistral. «Era un valiente».
La duda.
Hasta el 11 de febrero en la Sala Guirau del Centro Cultural de la Villa (Pza. Colón, s/n). Precio: 24 euros.
