DANIEL UTRILLA. Corresponsal
MOSCU.-
Bielorrusia desistió ayer de ser el Estado tapón que durante tres días ha bloqueado el paso de petróleo ruso a Europa a través del oleoducto Druzhba (Amistad, en ruso). La conversación telefónica que mantuvieron ayer el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, resultó crucial para desatascar la crisis y el oleoducto.
Tras el telefonazo entre los máximos mandatarios ruso y bielorruso, a la pequeña república ex soviética le faltó tiempo para cumplir los dos requisitos exigidos por el Kremlin: la anulación de su polémico arancel de tránsito (38 euros por tonelada) y el cese del escamoteo de crudo destinado Europa. Horas después, el consorcio estatal ruso Transneft anunciaba la reanudación del bombeo de crudo a través de Bielorrusia.
La disputa por el polémico arancel que Moscú tacha de ilegal, condujo el lunes a Bielorrusia a apropiarse de crudo ruso en su camino hacia Europa, lo que forzó a Transneft a cerrar del grifo del suministro. La interrupción del bombeo afectó a varios países centroeuropeos y desató una ola de desconfianza en Bruselas que aireó el descrédito de Rusia como suministrador energético fiable. Ayer Moscú salió al paso de las críticas europeas y esgrimió, por boca del viceministro ruso de Exteriores, Alexander Gruchko, que Rusia siempre mantuvo a Europa al tanto de la evolución de la crisis, gracias «al contacto permanente a diferentes niveles», incluido el de los ministerios de Desarrollo Económico e Industria.
El primer ministro bielorruso, Serguei Sidorski, tiene previsto llegar hoy a Moscú para retomar las negociaciones con la parte rusa y elaborar un plan que deberá ser aprobado mañana por Putin y Lukashenko. Si el comunicado oficial difundido ayer por la Presidencia de Bielorrusia constataba el hallazgo de «un compromiso» que permitirá «desbloquear la situación», la nota del Kremlin no fue tan optimista y se limitó a consignar la conversación telefónica que mantuvieron ambos presidentes. La amenaza rusa de adoptar represalias comerciales contra su pequeña vecina flotaba en el ambiente, lo que parece haber sido determinante para que Bielorrusia, totalmente dependiente en lo comercial de Moscú, se haya plegado a las condiciones del gigante ruso.
Los precedentes de la guerra del crudo entre Moscú y Minsk fueron la imposición por parte de Rusia de un arancel a la exportación de crudo de 152,5 euros por tonelada y la subida a Bielorrusia de la factura del gas ruso para 2007, que fue acordado minutos antes de que finalizase el plazo. A la luz de estas dos crisis energéticas, la unión entre Rusia y Bielorrusia pierde gas. Impulsada por el anterior presidente ruso, Boris Yeltsin, el proyecto de fusión confederal entre ambas repúblicas cobró forma en 1999 con el llamado Tratado de la Unión. Sin embargo, en 2002 Putin propuso a Lukashenko integrarse en el mapa de Rusia como una provincia más, lo que desató la ira del líder bielorruso.
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