BARCELONA.-
La creación de una Oficina Antifraude, al estilo de la de la Comisión Europea, es una idea introducida por el secretario general de Esquerra y conseller de Governació, Joan Puigcercós, en el programa electoral de las autonómicas de 2003, las primeras que ganó el tripartito.
Como uno de los lemas electorales de Esquerra era presentarse como políticos honrados ante las prácticas clientelares atribuidas a CiU durante sus 23 años y medio de Gobierno en Cataluña. a Puigcercós le pareció que algo parecido a una pequeña fiscalía anticorrupción a la catalana reforzaría la idea de transparencia.Sin embargo, en cuanto se constituyó el Govern, ese punto del programa quedó olvidado hasta la crisis del 3%. Entonces había que ponerla en marcha a toda prisa. Pero Ernest Maragall, entonces secretario del Govern, barró el paso a los hombres de ERC: no quería a un tipo independiente con mossos d'esquadra a sus órdenes auditando sus ayuntamientos. Al menos, debía depender del Govern, aunque fuera del conseller primer -Bargalló, entonces-.
Los republicanos no cedían, querían que dependiera del Parlament por si una mayoría coyuntural les permitía presionar a los socialistas en un momento determinado.
Finalmente, fue el modelo de Ernest Maragall el que se impuso.El presupuesto de la oficina se limitaría a cuatro millones de euros al año, y el personal, entre el que no habría agentes policiales, La única victoria que había obtenido Bargalló es que orgánicamente dependiera de él. Todas sus demás propuestas fueron rechazadas.Ese fue el principio del fin. Porque, coincidiendo con las amenazas de los rusos, Martínez Madero, cuando conoció el pacto, decidió reconsiderar su decisión de aceptar el nombramiento de director.
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