Viernes, 12 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6235.
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El ADN implica a una tercera persona en el crimen de una joven en Castellbell i el Vilar
Vinculan con el asesinato de Josefina Serrán a un hombre con quien se intercambiaba mensajes
OSCAR BOLANCELL

MANRESA.- Casi siete años después de que ocurrieran los hechos, el caso del asesinato de la joven de Castellbell i el Vilar (Bages), Josefina Serrán Sarrà, que contaba 30 años, ha aportado un nuevo dato que para la defensa del principal sospechoso es determinante para resolver de una vez por todas este caso. El Instituto Nacional de Toxicología revela que dos de los pelos que se encontraron al lado del cuerpo de la víctima pertenecen a Eduard P. G., la persona con la que la joven se intercambiaba mensajes de correo electrónico en tono de flirteo y colaborador de la empresa donde ella trabajaba.

Los resultados de las pruebas de ADN practicadas así lo confirman.Una revelación que por sí sola ya es suficientemente importante lo es aún más si se tiene en cuenta que Eduard P. G. ha negado siempre que ha declarado en calidad de testigo, haber estado nunca en casa de Josefina Serrán, que es donde se encontró el cadáver. Para Francesc Jufresa, abogado del marido de la víctima y principal sospechoso en la causa que se encuentra en libertad con cargos, no hay dudas que valgan: «si dice que nunca ha estado en la casa de la chica, ¿cómo diablos llegaron sus dos pelos hasta el lado del cuerpo de la joven asesinada?»

Ante este nuevo dato, el abogado barcelonés ya ha solicitado al magistrado del juzgado de instrucción número 4 de Manresa, Alvaro Domínguez Calvo, que cite a declarar a Eduard P. G. como imputado. Según el letrado, «en estos momentos tenemos sobre la mesa dos evidencias científicas como son dos pelos suyos que se encontraron en el lado izquierdo de la víctima, por lo que este señor tendrá que dar muchas explicaciones».

De hecho hacía muchos años que Jufresa había solicitado que se practicaran nuevas pruebas que permitieran demostrar que el autor del crimen no era su cliente. Algunas de estas pruebas eran el análisis de varios pelos encontrados junto a la joven asesinada que en su momento se catalogaron como tales y se trasladaron a Toxicología, pero que hasta ahora le habían sido denegadas.Jufresa recorrió a la Audiencia de Barcelona y, finalmente, Eduard P. G., que en la actualidad reside en Girona, fue citado el 7 de septiembre del 2006 para declarar como testigo. También se le instó para que ese mismo día se sometiera a una prueba de ADN. Eduard P. G., que no se negó a realizarla, se presentó aquel día a los juzgados de Manresa con el pelo cortado al cero, un hecho que dificultó la extracción de una muestra capilar, pero que se pudo llegar a hacer.

En su declaración, no escondió que conociera a Josefina Serrán, pero negó haber estado nunca en su casa, e incluso señaló que cuando se produjo el crimen hacía tiempo que no había mantenido contacto con ella. Ante el juez explicó que conoció a la chica mediante un amigo, que era compañero de trabajo de la joven.También manifestó que en enero de 2000, tres meses antes del asesinato, quedaron los tres para cenar y que fue aquel día cuando la conoció personalmente. Explicó que aquella noche fue a buscarla a su casa, pero que se esperó en la calle. Eduard P. G. aseguró que solo la vio aquella noche y que posteriormente el único contacto que mantuvo fue por correo electrónico y el teléfono de la empresa.Aun así, durante su declaración no supo explicar de forma coherente donde se encontraba en el momento de los hechos, según Jufresa.

Si el juez acaba imputando a Eduard P. G. en este caso, se añadiría a los otros dos sospechosos hasta este momento: Joan Milán, marido de la víctima a quien la Guardia Civil ha sostenido como el autor del crimen desde el primer momento, y Antoni F. S., jefe laboral de la víctima en la empresa Torcidos Ibéricos de Castellbell i el Vilar, a quién se relaciona con el crimen porque en casa de la víctima se encontró una pluma de ave exótica de la granja que había en la empresa y que él mismo cuidaba directamente.

De Joan Milán, que estuvo poco más de un mes en prisión preventiva, se halló un pelo suyo en la cara de la víctima. Su acusación también se basa en que no tiene una coartada firme que le excluya del lugar de los hechos en la hora que se produjeron. Sin embargo, nunca se ha encontrado el arma homicida que pudiera aportar pistas más seguras.

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