ELDO NAPOLI 66
WINTERTHUR BARÇA 64
PALABARBUTO. LLENO.
Ellis Morandais Sesay Rocca Larrañaga Cittadini Trepagnier Flamini s.c.Spinelli Malaventura
Lakovic Navarro Trias Vázquez De la Fuente Kakiouzis Marconato Basile Ukic Grimau
Arbitros: Zavlanos (GRE), Pilipauskas (LIT), Kolar (SLO)
Descalificados: Rocca.
El Barcelona volvió a perder de forma triste, lamentable, deprimente.El grupo de Ivanovic deambula por su particular vía crucis en esta temporada repleta de sinsabores. Cierto que no se jugaba nada en Nápoles. Cierto que el partido trascendental lo tiene el próximo domingo en el Palau, ante el Granada, para adquirir el último billete para la Copa del Rey. Pero anoche, tras un primer tiempo brillante, esperanzador, se volvió a venir debajo de manera estrepitosa.
La cuestión mental, la química, las dinámicas positivas o negativas.Son valores del baloncesto de toda la vida, intangibles que siempre han influido en el juego y que ahora, cuando se profundiza técnicamente en este deporte y se intenta convertir aspectos fundamentales en teorías que sólo parecen estar al alcance de los sabios, adquieren una importancia especial. Los valores del baloncesto han salido a la luz desde que el verano pasado la selección española demostró que tras el talento y la táctica hay algo fundamental que es la capacidad para jugar feliz. El Barcelona necesita relajarse un poco mentalmente y conseguir que esos jugadores extraordinarios que tiene en su plantilla se lo pasen bien haciendo su trabajo.
Y ayer, durante el segundo cuarto del partido, viendo cómo Navarro acababa un contraataque alucinante o como Ukic se paraba, leía y distribuía o como Kakiouzis volvía a ser el más listo de la clase, el Barcelona mostró su rostro más atractivo. Cierto que delante tenía un rival que en la ACB pasaría serios apuros pero al Barcelona de esta temporada se le ha visto tenso y malhumorado incluso ganando con holgura. Pero esa imagen fue solo un espejismo.Porque tras el descanso el grupo que regresó al parqué fue el mismo deprimido de toda la temporada.
Seguro que en el descanso el discurso previó el cambio de decorado de la segunda parte porque era de esperar que los napolitanos no estuvieran por la labor de dejar disfrutar al rival cuando para ellos el partido era su entierro. Seguro que Ivanovic, por experiencia como jugador y entrenador, sabía que lo que había resultado tan fácil en los primeros veinte minutos se tornaría mucho más complicado en la reanudación. Pero, incomprensiblemente para un equipo como el Barcelona, nadie supo afrontar la agresiva reacción local. Ni un solo líder en la pista ni en el banquillo.Ni una sola variación para intentar impedir una espiral negativa que se encaminaba inevitablemente hacia la derrota.
Hasta el más novato podía imaginar el desenlace porque ni el rival, ni los árbitros, ni el ambiente en el pequeño pabellón iban a facilitar el trabajo a los azulgranas. Pero nadie lo impidió e incluso tipos de calidad demostrada como Lakovic o Navarro fallaron desde la línea de tiros libres. Para más dolor azulgrana, el conjunto local no remató y le dio la oportunidad de empatar o incluso ganar el partido en los últimos seis segundos con el luminoso señalando un inquietante 66-64. Pero en esa última jugada el Barcelona no llegó ni a tirar. Se marcharon al vestuario con la frustración dibujada en sus rostros. Un partido que debía ser un trámite consiguió quemar a un más a un equipo muy tocado.