Viernes, 12 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6235.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Ciencia
Economía
Motor
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
Los terroristas intentan modificar nuestro comportamiento provocando miedo, incertidumbre y división en la sociedad (Patrick J. Kennedy)
 CULTURA
GALERIA DE IMPRESCINDIBLES / CLINT EASTWOOD
El nombre que llegó a hombre
El director ha estrenado 'Banderas de nuestros padres'
MANUEL HIDALGO

Clinton Eastwood Jr., hijo de un contable nómada por la precariedad de sus empleos y por el palo de la Gran Depresión, no pasó de hacer estudios primarios en su natal Oakland antes de acreditarse como un competente limpiador de piscinas e instructor de natación.

Publicidad
El joven Eastwood medía más de 180 centímetros, era un notable baloncestista y su padre le había enseñado a nadar, a cazar y a montar a caballo. Este último detalle le habría de servir mucho a Clinton en el futuro, pero nadie hubiera dicho que era una buena base para llegar a ser el cineasta de culto que hoy es, con dos premios Oscar como mejor director -Sin perdón y Million dollar baby- en sus alforjas. Está demostrado, pues, que al futuro se puede llegar paso a paso. Incluso a paso de caballo.

O de mula. Porque Clint Eastwood obtuvo sus primeros créditos, como actor secundario, al lado de la célebre mula Francis, que no es lo mismo que aprender junto a Laurence Olivier.

A Eastwood le vino Dios a ver cuando, con 34 años, una edad ya, Sergio Leone le contrató, en 1964, para interpretar Por un puñado de dólares. El papel lo había rechazado James Coburn, que se fumaba los puros de otra manera.

Popular en Estados Unidos por Rawhide, una serie televisiva del Oeste, Eastwood no era nadie en el mundo del cine pero a partir de ahí lo fue todo, y hasta hoy. El éxito de la película, de los desiertos de Almería y del aborrecido spaghetti-western fue tan grande que, en un par de años, Leone completó con La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo una trilogía que ha resultado ser mítica.

Y aquí llega la primera racha de sorpresas. Eastwood encarnó a un vaquero, a un forastero sin nombre -el Hombre sin Nombre- que apenas hablaba, disparaba sin errar el tiro y chupeteaba unos cigarrillos apestosos sin mover más músculos que los necesarios para entrecerrar los ojos.

Nadie pensó por un segundo que aquel tipo alto, soso y seco, semioculto bajo un sombrero y un poncho, pudiera tener un pelo de actor.

Pese a que Sergio Leone juró por su madre que Por un puñado de dólares se inspiraba en Yojimbo, del maestro Akira Kurosawa, el género del spaghetti-western que la película inauguraba fue tan concienzudamente masacrado por la crítica de entonces que no es de extrañar, si bien se mira, que hoy esté al borde de ser considerado Patrimonio de la Humanidad.

Tanto más amaba el público aquellas películas, tanto más las odiaba la crítica. Nada raro hay en ello, claro, pero sí en que, con bastante posterioridad y ante irrefutables muestras de su talento, fuera la misma crítica -que ya no era la misma- la que consagrara tanto a Eastwood como a Leone como directores magistrales.

Por si la primera paletada de escombros sobre Eastwood no fuera suficiente, le cayó otra, a mediados de los 70, capaz de sepultar al mismísimo King-Kong. La culpa fue de Harry Callahan -el sucio, el fuerte, el ejecutor-, un policía violento y sin escrúpulos que Eastwood interpretó lo menos tres veces -no me acuerdo- a las órdenes del gran Don Siegel. Facha fue lo más bonito que pudo oír el erguido Clint.

Y va, y con estos antecedentes, en 1985, el Festival de Cannes en pleno y se arrodilla ante El jinete pálido. Estaba allí, lo vi y me quedé bizco. Y no lo entendí. Y sigo sin entenderlo del todo.

Para cuando Clint Eastwood llega a Cannes con película de tan hermoso título es verdad que han ocurrido un montón de cosas reconfortantes. Con su segundo mentor, Don Siegel, Eastwood ha interpretado una magnífica película-isla, El seductor (1971). El que parecía tonto ha creado su propia productora, Malpaso, y, sobre todo, ha debutado a los 41 años, tarde otra vez, en la dirección de películas con Escalofrío en la noche (1971) -hirsuto antecedente de Atracción fatal- y ya tiene sobre sus espaldas una imprevista y, eso sí, muy irregular, decena de películas como director.

A la crítica francesa, tan aficionada a las operaciones de descubrimiento y redención, le dio un pasmo exagerado con El jinete pálido, y todo bicho viviente picó en el anzuelo. El héroe/anti-héroe cáustico del Oeste, en parte deudor del pasmado Hombre sin Nombre de Leone, en parte, otra vez, aderezado con perfumes japoneses de top-manta, en parte -y ya es exagerar- ornado con resonancias bressonianas, ya había sido inventado, entre otros, y con toda naturalidad, por Henry King en El pistolero (1950), en mi modesta opinión, pero, no sé, algo se confabuló para consagrar repentinamente a Clint Eastwood.

Banderas de nuestros padres no me ha llenado. No por estas viejas reticencias, quiero creer, sino por muy concretas razones que puedo enumerar: el alicatado diseño industrial de producción de Steven Spielberg, el pegajoso humanismo sentimentaloide del mismo Spielberg, el reiterativo guión que a los 45 minutos o antes ya ha contado lo que tiene que contar y se ve abocado a rizar el rizo con pocas novedades, la deficiente estructura del mismo guión con encorsetantes saltos temporales y, sobre todo, o también, por esa cosa tan mosqueante de cierto -no de todo- cine norteamericano que, cuando parece abordar una tarea autocrítica, no deja de deslizar una sublimación de signo opuesto, de manera que el hombre normal que ni es ni quiere ser un héroe acaba llegándonos como otro héroe más.

Es decir, que lo mismo da el héroe que su contratipo, porque al final se nos propone admirarlos casi por igual y admirar al país que crea a unos y a otros. Y dicen que la buena es la segunda, Cartas de Iwo Jima. Veremos.

Persona con inquietudes cívicas y políticas, alcalde por un año -pelín republicano, ay- de Carmel, su pueblecillo de habitual residencia, más de cincuenta películas como actor, cerca de treinta como director, más de veinte como productor, músico y compositor adicto al jazz -con su querido Charlie Parker de Bird al fondo-, siete hijos y cinco mujeres reconocidas, Clint Eastwood, a sus 76 años, ya no es el Hombre sin Nombre, sino, sobre todo, un nombre que se ha hecho un hombre. Mi película favorita de él, ya que me lo preguntan, es Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997). Su jardín y el de todos.


DOS DELANTE

SUS NECESIDADES. El País se destapó el día 30 con un editorial ultraliberal sobre el proyecto de ley del cine. Nadie ha dicho nada. Resulta que las majors y las televisiones son «el verdadero soporte industrial del cine en España». ¡Anda! Un editorial a favor de los ricos frente a los pobres. Y el grupo que avala el castellano en su negocio literario defiende el inglés para el cine español. ¡Anda, otra vez!

CONTRA LA BELLEZA. El atentado contra la T4 significa un menosprecio talibán contra la cultura, contra la estética, contra la belleza, contra el arte, contra el talento civil para hacer útil la belleza y bella la utilidad. La arquitectura de Richard Rogers, por los suelos. Hay que recordarlo.

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
 publicidad
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad