MIGUEL PRIETO
Todos firmes a las 3.00 horas de la madrugada, a duras penas firmes en medio de una tormenta de arena que hizo volar el campamento. Una situación incómoda, por supuesto, pero consustancial al Dakar y al desierto, que lo es por la falta de vegetación y de agua. Sin embargo, este año se aprecian ciertas diferencias. De Marruecos me quedé con bellas postales de paisajes frondosos, tal vez las mejores en dos décadas participando en esta prueba, y al llegar a Mauritania los cielos nos recibieron con una inmensa descarga de agua. ¿Se puede inundar el desierto? En tiempos de cambio climático, comprobamos que al menos se puede anegar.
La arena no fue el rival de los competidores, sino el barro. Se adhiere a los radiadores y obliga a parar intermitentemente para que el vehículo no se abrase. Así, durante los últimos 200 kilómetros de enlace y buena parte de los 400 de la especial, con muy poco tiempo para soltar el cansancio -el miércoles, muchos motoristas aparecieron en la meta cerca de la medianoche y apenas descansaron durante tres horas-. Aunque abres pronto los ojos en un día como ayer. Cambiamos de país, paralelos a la frontera, y el entorno bélico te mantiene alerta. A lo largo de 100 kilómetros, habremos visto alrededor de 200 tanques que protegen el Muro, levantado por los marroquíes para frenar al Frente Polisario en su aspiración de recuperar la soberanía el Sáhara Occidental.
De esta entretenida forma discurre la primera etapa verdadera, según dicen desde la organización del Lisboa-Dakar. «La competición comienza ahora», nos comentaron ayer. Y empieza como deseábamos. Los españoles la afrontamos con material de sueños. Pensar en un doblete resulta legítimo, con los resultados sobre el tapete. En motos, el triunfo se presume incluso accesible, y en coches Carlos Sainz se muestra encantado. He tenido oportunidad de charlar con él varias veces durante estos primeros escarceos del Rally, y exhibe el rostro de la felicidad. Se considera con el control de la situación. La pasada edición le ha servido de referencia y de momento se muestra seguro, aunque la prueba esconde muchas trampas, mayores cuanta más arena encontremos desde nuestra posición actual hacia el Sur. En el desierto, el peligro es una fuerza siempre alerta. Cada noche se podría decir: «El Dakar comienza ahora».
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