Por JUSTINO SINOVA
Lo último que desearía Zapatero es romper el canal de comunicación con ETA. Lo que intenta desde el bombazo terrorista de Barajas es condescender en lo posible para mantener vivo el proceso de negociación. Por eso ha sido menos contundente en la condena que su ministro Rubalcaba, que ha hablado como tenía que haber hablado un presidente. Por eso trata a Rajoy como modelo para la foto y no le cuenta nada. Por eso maquina para que al Partido Popular le sea imposible asistir a la manifestación de condena, o de lo que sea, convocada en Madrid, hasta el punto de conducir a la UGT a negarse a incluir en el lema de pancarta la palabra libertad, que es -Dios mío, ¿hay que recordarlo?- el valor que secuestran los terroristas porque odian la autonomía y la voluntad de los demás.
(¿Cómo hace, por cierto, Cándido Méndez ese papelón de interventor de pancarta en lugar de servir de puente y de pacificador para que todos los demócratas se sientan cómodos en la manifestación? ¿Hasta tal punto le domina, también a él, Zapatero?).
Por complacer a los interlocutores rompe Zapatero el Pacto Antiterrorista, que es una gran noticia que los etarras, con Otegi a la cabeza, deseaban recibir. El Pacto ha sido el mejor instrumento del Estado de Derecho contra ETA. Bajo su amparo se acorraló a la banda, a la que se expulsó del ámbito de los demócratas al tiempo que la policía mostraba una eficacia envidiable y los fiscales y los jueces pensaban sólo en aplicar la ley con la contundencia que exige la justicia. No es verdad que el Pacto fuera excluyente, pues convocaba a todos los partidos sinceramente demócratas y antiterroristas.
Lo rubricaron el PP y el PSOE, además de los sindicatos y algún grupo minoritario. No lo refrendaron el PNV de Arzalluz, que había firmado un pacto previo con ETA, ni la ERC de Carod-Rovira, que en cuanto pudo fue a tratar con los terroristas. No lo firmaron otros pequeños grupos más por complejo que por convicción. Enterrarlo ahora es un favor que además facilita el objetivo de rechazar a los del PP, esos réprobos a los que hay que sacar del terreno de juego, maniobra tan vieja en las oscuridades de las escaramuzas políticas como antidemocrática.
El sueño de Zapatero le lleva a cometer reveladores lapsus, como calificar de «accidente» el feroz atentado de Barajas y otros crímenes etarras. Un lapsus repetido es una prueba del pensamiento. ¿O es también una cesión?
Un viejo político conocedor de los entresijos de los servicios de información asegura que, según algunos profesionales, «los negociadores no se han levantado de la mesa». O sea que, según eso, el proceso sigue. Será un sueño de Zapatero, pero es sobre todo un plan letal. Antes del bombazo del día 30, el proceso era jugar con fuego; después de dos muertos más y de la manifiesta intención etarra de no abandonar la violencia, es obligarse a agarrar con las manos un hierro incandescente. Es peor que un error. Es lo más parecido a un suicidio.
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