Viernes, 12 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6235.
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Los mataron... por hacer mucho ruido
Un matrimonio italiano confiesa haber asesinado a cuatro vecinos, tres de ellos miembros de una familia, incluido un niño, como colofón a una larga discusión doméstica
IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal

ROMA.- Durante exactamente un mes toda Italia se ha estado haciendo la misma pregunta: ¿quién podría encontrarse detrás del brutal asesinato que el pasado 11 de diciembre acabó en un pueblo del norte del país con la vida de un niño de dos años, su madre de 30, su abuela y una vecina, dejando además malherido al marido de esta última?

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Primero se barajó la posibilidad de que el suceso, ocurrido en una próspera localidad de 17.000 habitantes llamada Erba, fuera un sanguinario caso de violencia doméstica. Descartada esa eventualidad, se habló de un hipotético ajuste de cuentas por parte de un clan mafioso. Y ayer emergía finalmente la descarnada realidad: el cuádruple asesinato habría sido cometido por unos ciudadanos aparentemente ejemplares que desde hace tiempo mantenían un contencioso con los vecinos del apartamento contiguo al suyo, a los que acusaban de hacer mucho ruido. Cuatro muertos por una vulgar discusión de patio de vecinas...

Aunque a estas alturas parece evidente que para Olindo Romano y su esposa, Rosa Bazzi, aquello era mucho más que una mera disputa doméstica. La relación con sus vecinos, a los que acusaban de ser excesivamente estridentes, se había ido poco a poco envenenando con el tiempo, alimentada por el odio. Azuzados por el ruido excesivo, que en su opinión salía del apartamento en el que vivían Raffaella Castagna, su marido Azouz Marzouk y Youssef, su hijo de dos años, los Romano primero utilizaron contra ellos los insultos, luego echaron mano de las amenazas y, después, en la Nochevieja de 2005, llegaron a agredir a Raffaella ante los ojos del pequeño Youssef y de su madre, Paola Galli.

Raffaella, sin embargo, no se quedó de brazos cruzados: denunció a sus vecinos en un juzgado, exigiéndoles una compensación económica por valor de 5.000 euros como resarcimiento por lo que le habían hecho. La vista tendría que haber tenido lugar el pasado 13 de diciembre, pero no llegó a celebrarse: dos días antes la denunciante, su hijo, su madre y una vecina fueron asesinados.

Según lo trascendido hasta el momento, los Romano se habrían presentado en casa de sus vecinos exigiéndoles que retiraran la denuncia. Raffaella habría accedido, pero a cambio de que les pagaran 5.000 euros. En cualquier caso, la Fiscalía considera que, cuando cruzaron aquella puerta, los Romano ya tenían planificado liquidar a sus molestos convecinos. La propia Raffaella también sospechaba algo, pues dos días antes de ser asesinada había denunciado que se sentía espiada por sus vecinos.

Armados con dos cuchillos y una barra de hierro, Olando Romano degolló a Raffaella y a su madre, mientras su señora esposa hacía lo propio con el pequeño Youssef. Pero no pudieron evitar que sus víctimas gritaran, lo que alertó a una vecina del piso de arriba que acudió a ver qué sucedía. También ella recibió un corte en el cuello, al igual que su marido que, sin embargo, no llegó a morir. Su testimonio ha sido clave para acusar a los Romano quienes ayer, después de más de 10 horas de interrogatorio, finalmente confesaron.

Y eso que, tras cometer la carnicería y en un intento por borrar sus huellas, el matrimonio prendió fuego a la casa de sus vecinos y se fue a cenar a la localidad de Como, buscando así fabricarse una coartada que les alejara lo más posible del escenario del crimen. Guardaron el recibo del McDonald's en el que comieron y donde aparecía impresa la hora en la que había sido emitido: 21.30. A los investigadores no se les pasó por alto que en la cadena de hamburguesas los recibos se entregan al ordenar la comida, no tras ser ingerida, lo que hacía factible que hubieran cometido los crímenes con anterioridad. Además, en el asiento del coche de los Romano la policía encontró restos de sangre.

En un principio, y por vergonzoso que ahora parezca, las sospechas se concentraron sobre el padre del pequeño Youssef y marido de Raffaella. El motivo principal es que se trataba de un tunecino que no aparecía por ningún lado. Así que, en un alarde de puro y genuino racismo, los medios de comunicación italianos concluyeron al unísono que el inmigrante debía de ser el autor de la carnicería y que, una vez cometidos los crímenes, había huido. La verdad lo ha convertido en víctima también a él.

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