ARCADI ESPADA
La digitalización de las bibliotecas de Cataluña y de la Complutense es una noticia importantísima para la cultura española y es bastante pintoresco que haya recibido en los periódicos menor espacio que las andanzas de la Pasarela Cibeles. La cultura española, en cualquiera de sus lenguas, tiene dos problemas graves: su leve presencia en internet y el escaso porcentaje de traducciones. No me refiero a las de novelas esotéricas o sentimentales, sino a las traducciones de libros clave del pensamiento, en especial del pensamiento moderno. Google, por el momento, poco puede hacer por esto último, pero puede ayudar mucho en lo primero. Las objeciones de ciertos incunables, que le reprochan su método y su ambición, no merecen tenerse en cuenta: la cultura del burot tiene un gran predicamento en Europa. Google junta e incluso revuelve, y eso es bueno para la cultura, la democracia y el placer.
En el caso catalán, el acuerdo con Google es especialmente interesante, porque facilitará la emergencia digital de una lengua minoritaria en la que se expresa (en la que también se expresa) una cultura antigua y sólida. Obviamente la digitalización de la Biblioteca de Cataluña va a ser ahora posible, tan tempranamente, porque sus documentos impresos no se circunscriben sólo a la lengua catalana. ¡Quiá!: el número total de documentos impresos en lengua catalana es, aproximadamente, de 240.000. En castellano el número es de 480.000. El doble. El número se refiere a los documentos ya introducidos en los catálogos automatizados, que representan una abrumadora mayoría del total. Por suerte para Google y para el resto de la Humanidad las autoridades catalanas no han aplicado en este caso la doctrina Frankfurt, que no admite que la literatura de un lugar pueda escribirse en más de una lengua. La biblioteca de Cataluña es, en este sentido, una metáfora perfecta de la aplicación del principio de la realidad sobre la ingeniería cultural nacionalista. Google ha venido a buscar a Cataluña una gran biblioteca española, que posee, además, un apreciable número de documentos en lenguas extranjeras. E indica también el caso cuál es la única estrategia razonable de la cultura catalana: la de presentarse ante el mundo como una cultura española. En cuanto a la lengua, más de lo mismo. El catalán como una de las lenguas de España, y a aprovechar el tirón. Por desgracia, y contra lo que suele creerse, hace mucho tiempo que los catalanes cambiaron el fenicio por el cilicio.
(Coda: «El papel del mercado se deja sentir en la voluntad de los escritores catalanes de ser leídos, a través de la imprenta, por un mayor mercado lector. El deseo de que 'nuestras cosas sean también muy sabidas' fuera de Cataluña contó mucho para la progresiva impresión de las obras de catalanes en castellano» Ricardo García Cárcel, prólogo a Cataluña en el Renacimiento: libros y lenguas, de Manuel Peña, editorial Milenio, 1996.)
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