Ni la presión de la opinión pública estadounidense, ni la oposición de los demócratas -que ya controlan el Congreso y el Senado-, ni la sangría económica que la guerra ha supuesto para las arcas del país (cerca de 450.000 millones de dólares en cuatro años), ni las conclusiones de la comisión Baker -compuesta a partes iguales por demócratas y republicanos-, ni el goteo incesante de bajas entre los soldados (se han superado los 3.000 muertos, a los que hay que añadir más de 22.000 heridos), ni la opinión de los altos mandos militares, ni presumiblemente -aunque no lo reconocerá públicamente- las reticencias del Gobierno de Irak. Por supuesto que tampoco el desprestigio internacional ante un conflicto que ha derivado en guerra civil y que ha tenido como corolario la esperpéntica ejecución de Sadam Husein, ni la masacre diaria de civiles, que desde el inicio de la guerra suma 652.000 iraquíes muertos, según los últimos informes. Nada, absolutamente nada, ha hecho variar a Bush su determinación de enviar nuevas tropas a Irak.
Queda claro que la primera conclusión que se desprende es que el presidente de Estados Unidos se ha quedado solo en este órdago. Unicamente le apoya el reducido grupo de neoconservadores que parecía en retirada en su segundo mandato y que, sorprendentemente, vuelve a cobrar protagonismo. La soledad de Bush puede escenificarse aún con mayor crudeza si empiezan a producirse, como es previsible, deserciones en el bando republicano. Los demócratas ya han anunciado que presentarán iniciativas en la Cámara de Representantes y en el Senado para rechazar el plan del presidente. Aunque estas declaraciones sólo tienen un valor simbólico, su repercusión será mayor si logran sumar los votos de congresistas y senadores republicanos.
La segunda conclusión que cabe extraer es que, con los 21.500 marines que Washington destacará ahora en el país árabe, completará un número de efectivos (unos 150.000) similar al que empleó durante la invasión. Queda claro que la nueva receta de Bush para dar una solución al conflicto es vieja. Más aún por cuanto se insiste en la apuesta militar y se desprecia la vía política, que es sin duda la verdadera clave del problema. Nuestro vaticinio es que el aumento de tropas no va a aportar nada, que seguirá la escalada de violencia y continuará aumentando el número de muertos, y que sólo generará más frustración en Irak, en EEUU y en la comunidad internacional.
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