Viernes, 12 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6235.
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Obituario / YVONNE DE CARLO
La 'vampiresa' más bella de la pantalla
Su personaje de Lily en 'La familia Munster' fue uno de los más populares que protagonizó la actriz
JAVIER MEMBA

Fueron dos las veces que TVE emitió La familia Munster: en 1965 y en 1986. En esta última ocasión, convertida ya la serie en un objeto de culto, fue una de las delicias más preciadas que guardaba el programa La bola de cristal para sus fascinados seguidores. En ambos recorridos, Yvonne de Carlo dio vida a la maravillosa Lily Munster, la madre de aquella familia de licántropos, almas en pena y muertos vivientes que reproducía con pasmosa guasa todos los tópicos y esquemas de la familia media estadounidense.

Fallecida el pasado lunes de achaques propios de su avanzada edad en una residencia para actores retirados, Yvonne de Carlo, merced a su creación de Lily Munster, fue -junto a la Elsa Lanchester de La novia de Frankenstein (James Whale, 1935)-, la musa inequívoca de todas las punkies y siniestras que en el último cuarto de siglo lo han sido. Pero también -y así es como prefiere recordarla el buen cinéfilo- fue una de esas jornaleras de la gloria del cine de bajo presupuesto.

Colaboradora de Raoul Walsh y Jacques Tourneur -¡que ya es decir!-, la suya fue una belleza exótica -para el canon anglosajón, se entiende- que tuvo en las heroínas españolas y árabes algunos de sus mejores personajes. Así, aún se recuerda a Yvonne por su creación de la Cara de Talavera en Scheherazade (1947), una fantasía de Walter Reisch en la que un supuesto Rimsky-Korsakov (Jean-Pîerre Aumont), en la cinta cadete de un buque escuela de la armada rusa atracado en Marruecos, encuentra inspiración para su música y sus sentimientos en la belleza de Cara de Talavera, hija de un colono español, como su propio nombre sugiere de forma indudable.

Nacida en Vancouver el 1 de septiembre de 1922, a pesar de la precariedad económica en la que transcurrió su infancia, la pequeña Yvonne acudió a la escuela de danza de su ciudad natal cuando sólo contaba seis años de edad, gracias al empeño de su madre. Apenas abandonó Canadá para instalarse en Estados Unidos, Yvonne de Carlo comenzó a llamar la atención como artista de music-hall. Era ella la que ideaba aquellos primeros bailes que interpretaba para deleite de sus primeros admiradores. Entre sus colaboraciones más celebradas de aquellos tiempos destaca su participación en Follies, de Stephen Sondheim, uno de los montajes más aplaudidos del Broadway de entonces.

Pero habrían de ser sus triunfos en los concursos de belleza californianos los que le valieron un contrato con la Paramount. Las primeras filmaciones en las que la actriz apareció fueron anónimas. Se trataba de musicales rodados a partir de 1941. Pero fue dando vida a la Anne Marie de Salomé la embrujadora (Charles Lamont, 1944) cuando la mujer que está llamada a ser una de las reinas indiscutibles del technicolor de antaño causó sensación en la gran pantalla por primera vez.

Encasillada, asimismo, en roles de aventurera frívola, el encomiable sentido del humor con que Ivonne interpretó a aquellas chicas malas de beso fácil y rápida traición fue todo un precedente de esa Lily Munster que velaba por el cuidado de las telas de araña con la misma entrega que las mamás encarnadas por Doris Day cuidaban del pastel de manzana.

No es en modo alguno gratuito comparar a estas dos actrices si se considera que -en la gran pantalla- ambas fueron pareja frecuente de Rock Hudson. Así, Yvonne compartió cartel con el malogrado galán en El capitán Panamá (Sydney Salkow, 1952). Dio vida en sus secuencias a Roxy McClanahan, la clásica bailarina que quiere empezar una nueva vida en otro lugar aunque sus encantos son un constante foco de problemas vaya a donde vaya. Gavilanes del estrecho (Raoul Walsh, 1953) fue el segundo cartel que la actriz compartió con el galán.

Mucho se habló del desnudo de Yvonne de Carlo en Hotel Sahara (Ken Annakin, 1952). Pero fue tan fugaz que casi nadie lo vio. Lo que no deja lugar a dudas es su creación de Amantha Star en La esclava libre, que el gran Raoul Walsh dirige en 1958. Fue aquella una de tantas cintas surgidas al socaire del éxito de la abominable Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), en la que Ivonne interpretaba a una negra blanca. Huelga abundar en la profundidad psicológica de semejante personaje, aunque en una primera apreciación el recuerdo que el cinéfilo guarda de Yvonne de Carlo sea el de la mejor bailarina de La danza de los siete velos que retratara el technicolor antiguo.

Tras colaborar con el gran Jacques Tourneur en Timbuktu (1959), la gran Yvonne se prodigó básicamente en la televisión. De ahí que sea la Lily Munster el personaje por el que más la recuerdan los telespectadores.

Yvonne de Carlo, actriz, nació en Vancouver (Canadá) el 1 de septiembre de 1922 y falleció el 8 de enero de 2007 en Los Angeles (EEUU).

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