Sábado, 13 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6236.
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Johnny Depp y 007 compran los derechos del 'caso Litvinenko'
La productora del actor y la factoría de las películas de James Bond preparan sendos proyectos sobre el ex espía ruso envenenado en Londres
DANIEL UTRILLA. Corresponsal

MOSCU.- No había en el mundo antídoto capaz de evitar que Hollywood se contaminase con la historia del polonio radiactivo. Era cuestión de días. Una trama tan novelesca, intrincada y hitchcockiana como la del envenenamiento del ex agente ruso, Alexander Litvinenko, fallecido el pasado 23 de noviembre en Londres, no podía pasar desapercibida para la gran industria norteamericana del celuloide, tan abandonada por la musa y adicta al 'remake'.

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El rocambolesco envenenamiento del ex coronel de los servicios secretos rusos, todavía sin resolver, será llevado a la pantalla por partida doble. Un guión correrá a cargo de la productora de Johnny Depp; el otro será la base para un nuevo episodio de la saga 007, ahora protagonizada por Daniel Craig.

El actor y productor Johnny Depp, pálido icono de las películas góticas de Tim Burton y bucanero tostado del Caribe, ha comprado los derechos para llevar a la gran pantalla la vida y aparatosa muerte del ex agente de los servicios secretos rusos, cuyo envenenamiento, ejecutado, probablemente, en el café del hotel Millenium de Londres, atizó los rescoldos de una Guerra Fría que se creía ya congelada en las novelas de John Le Carré. En su lecho de muerte, Litvinenko acusó al presidente ruso, Vladimir Putin, de ordenar su muerte, lo que -de reflejarse en la pantalla- quizá dificulte la difusión de los filmes en Rusia.

La productora de Johnny Depp, Infinitum Nihil, ha adquirido los derechos del libro La historia de Sasha, (Sasha es el diminutivo de Alexander) sobre el caso Litvinenko, que está ultimando el corresponsal en Londres de The New York Times, Alan Cowell. Cowell, por cierto, fue el inventor de la palabra Londongrado, que designa al amplio exilio de disidentes rusos en la capital británica.

Junto a la película producida por Depp, al que algunos rumores sitúan ya en el papel del agente intoxicado, convive otro proyecto de guión que debe cobrar vida como nueva peripecia de James Bond. En este caso, la fuente de inspiración podría ser el libro que Litvinenko publicó en su exilio londinense en 2002 y que pronto será reeditado en Londres. Los derechos de la obra ya han sido adquiridos por la compañía Braun Entertainment Group. Bajo el título El FSB dinamita Rusia (el FSB es el actual nombre de la KGB), el libro de Litvinenko culpa a la cúpula de la institución de orquestar la cadena de atentados contra bloques de viviendas en Moscú y Rostov que en 1999 causó la muerte de más de 300 personas, y que justificaron una nueva campaña militar en Chechenia, cuya guerrilla separatista fue acusada del crimen.

Las tragedias que han sacudido a Rusia siempre han despertado el olfato comercial del viejo enemigo capitalista. Así ocurrió en 2002 con K-19, la historia del submarino nuclear ruso que en 1961 a punto estuvo de estallar en las costas de EEUU, que aprovechó el tirón del hundimiento del submarino Kursk. El año pasado, el productor Brian Grazer (El Código Da Vinci) compró los derechos de un artículo de The New York Times para llevar al cine el secuestro de un colegio de Beslán a manos de un comando prochecheno, en el que murieron 334 personas, la mayoría niños.

Frente a la tragedia personal y la lágrima fácil de los casos anteriores, las películas sobre el caso Litvinenko deberían aprovechar un entramado de situaciones que nada tiene que envidiar a la novela negra: el encuentro de Litvinenko con dos ex agentes rusos en un hotel de Londres, un potente agente radiactivo sólo al alcance de los gobiernos diluido en un té, el sinuoso rastro dejado por el polonio-210 en aviones, habitaciones, coches y estadios de fútbol...

Cuando saltó la noticia, autores de best sellers de espionaje como Le Carré o Frederick Forsyth coincidieron en señalar que ninguno de sus editores habrían aceptado -por inverosímil- una historia tan rocambolesca.

Muchos han sido los casos de envenenamiento registrados por el celuloide. Baste recordar a un joven Clint Eastwood intoxicado con setas por las adolescentes de un colegio sureño en El Seductor o a Cary Grant subiendo las escaleras con un vaso de leche supuestamente envenenada en Sospecha, rodada por Hitchcock en 1941. ¿Será Hollywood capaz de aprovechar la agonía de Litvinenko en algo más que cine de usar y tirar? Además de saber qué actor tendrá agallas para interpretar a Putin, queda otra duda: ¿esperará Hollywood a que se esclarezca el caso para cerrar su guión? Sólo el FSB lo sabe.

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