ANA Mª NIMO
MADRID.-
A Jordi Mollá nos lo encontramos, por casualidad, en la barra de una cafetería mientras trata de esconderse -ironías de la vida- de unos periodistas. No es que el encuentro no estuviera concertado, pero no estaba pensado para celebrarse en este lugar ni en este momento. El motivo también es atípico: la inauguración de una exposición suya en la sede de Sotheby's en Madrid, donde están realizando una serie de exposiciones de artistas jóvenes para «darlos a conocer».
Quién iba a pensar que a Jordi Mollá hacía falta presentarlo, aunque sí es cierto que su faceta como artista no es tan conocida como sus dotes interpretativas. Este anonimato se corresponde con la visión que el actor, y pintor, tiene del arte, donde lo que cuenta no es la figura del artista sino «el fenómeno que supone transportar una creación a un espacio divino donde ésta es observada y criticada por aquellos que entran en contacto con la misma».
Sus creaciones carecen de título y firma, como si su autor no quisiera dotarlas de más identidad que aquella que el propio observador acertase a atribuirle. Las siete obras expuestas, más que pinturas, podrían considerarse construcciones donde, entre los distintos materiales utilizados (serrín, sprays, acrílicos, cartones, piezas de metal, etcétera), conforman escenarios deshabitados e inundados por multitud de formas indefinibles.
Lo que vemos sobre el lienzo parece ser una abstracción de un espacio mucho mayor. «En mis cuadros, no hay historia, no hay personajes, no hay dramaturgia, lo que busco es transmitir emociones», y esto se debe a que, en el cine, ya se siente «suficientemente atrapado por las historias».
Mollá, que se confiesa «un pésimo espectador de cine», encuentra en la pintura la inmediatez que le falta al mundo cinematográfico. A pesar de todo, aclara que lo suyo es la actuación. Es por esto que cualquiera de sus creaciones artísticas tiene reminiscencias de su verdadera vocación.
El actor asegura que las obras de la muestra son «muy light» en comparación con algunas de sus otras piezas. Hay quienes califican su estilo de oscuro, pero éste es un término demasiado amplio para englobar todas sus obras.
Jordi Mollá afirma que hay algunas que le da «miedo enseñar». Quizá sean estas, precisamente, las más interesantes, como suele ocurrir en estos casos. «Algún día, las mostraré, me parece que soy un poco exhibicionista», asegura. Saldremos de dudas entonces.
|