La bomba etarra de Barajas cruzó el Atlántico con la sordina de la lejanía, pero también intentó amargar las vacaciones de los españoles que escogieron el Caribe para empezar el Año Nuevo.
A Baltasar Garzón no le sorprendió la ruptura de la tregua. «Se sabía que harían algo, pero no de esa envergadura; ha sido más de lo que ellos mismos pensaban, pero esto les va a costar muy caro», comentó el magistrado en el Globalia de Punta Cana, cuartel general de Pepe Hidalgo, dueño del hotel y de cuatro más en toda la isla, por la que apuesta fuerte como inversor. El magnate español de la hostelería y la aviación estaba allí con toda su familia, igual que otros de sus huéspedes y amigos, como el clan Asensio, del grupo Zeta, al completo y otros personajes del mundo financiero español.
A Hidalgo le despertaron a las cuatro de la mañana para darle cuenta al instante del atentado de Barajas, pero el empresario está curtido en adversidades y reaccionó con serenidad . Al día siguiente, le recibía el presidente de la república, Lionel Fernández, encantado de que Hidalgo dé trabajo a 1.200 personas en el país y de conocer otros proyectos que tiene en marcha.
Pepe Hidalgo y Elo, su mujer, fueron después los invitados a la cena de Reyes en casa de Julio Iglesias y Miranda, una cita retrasada por el collarín y el corsé que tuvieron que ponerle al cantante por un resbalón doméstico. Julio se ha convertido en un potentado de los negocios inmobiliarios y hosteleros en la isla, asociado con Oscar de la Renta y un conocido millonario local, Frank Rainieri, con los que forma el Grupo Punta Cana S. A., denunciado hace unos meses en los tribunales por supuestas irregularidades con terrenos y otros temas relacionados con sus inversiones en la zona.
Garzón volvía a Madrid con nostalgia de su año sabático académico en Nueva York y mucha energía para enfrentarse a procesos de envergadura. Como el del Fórum, cada día más parecido a una intriga de Agatha Christie o el de Batasuna. La otra noche, el magistrado se fue directamente de la Audiencia Nacional al Teatro Reina Victoria para quitarse tensiones con la Pandilla de mamones, de Pedro Ruiz. Sus risas se escuchaban en todo el teatro. Garzón será entrevistado por Jesús Quintero en la nueva entrega de El loco de la colina.
La cuesta de enero parece solamente económica porque, en lo teatral, el año empieza con fuerza arrolladora. Nati Mistral estrena en el Centro Cultural de la Villa La duda, versión teatral de El abuelo, de Galdós, que Garci llevó al cine con Fernando Fernán Gómez.
Y Concha Velasco ocupa el escenario de La Latina, que dejó antes de tiempo Isabel Pantoja, precisamente por un inoportuno esguince (hay que ver cómo resbalan este año los artistas). Concha intentará distanciar su Filomena Maturano de la genial interpretación cinematográfica que hacía Sofia Loren como prostituta enamorada que aspiraba a señora de Marcello Mastroianni, en Matrimonio a la italiana.
Alfonso Cortina, de vacaciones en nieves lejanas, desde donde hacía su entrevista la pasada semana para Crónica, asegura que el relax navideño le hizo equivocar las cifras que daba para Repsol cuando entró y salió de la empresa.
Cuando Cortina asumió la Presidencia en 1996, Repsol estaba en 700 millones de euros. Y, cuando dimitió en 2004, la dejó ganando 2.400 millones. Lo que no cambia es que, además de caballero que sabe enmendar un dato erróneo, es el mejor presidente que ha tenido la compañía.