BEGOÑA PÉREZ. Especial para EL MUNDO
LONDRES.-
Fuera del terreno de juego, no hay Victoria sin David, ni David sin Victoria. Juntos han levantado un poderoso tándem comercial que ahora se dispone a multiplicar por dólares al otro lado del Atlántico. Sin embargo, el desembarco se presenta a priori relativamente descompensado: en tierras del Lejano Oeste, la ex cantante supera con creces a su marido futbolista en términos de popularidad. Una fama que debe mucho al éxito de las Spice Girls en los años 90 y que ahora mantiene gracias a su interesada faceta de relaciones públicas. El último golpe de efecto: su archicomentada amistad con Tom Cruise y Katie Holmes, con quienes puede llegar a compartir vecindario. Con todo, rara vez ha puesto en práctica en España su supuesto don de gentes: su célebre frase «este país huele a ajo» no le sirvió ni mucho menos de lanzadera.
La prensa británica se ha referido reiteradamente a sus problemas de integración en Madrid y ahora apunta a Posh como principal causante del giro estadounidense de la carrera de su esposo, en horas bajas tras ser apartado de la selección nacional y no contar en los planes de Capello. No es la primera vez que Victoria se convierte en la gran valedora de los cambios de imagen de Becks. También fue obra suya su transformación de chico humilde del East End londinense en icono fashion allá por los años 90, cuando se juraron amor eterno a golpe de exclusiva en la revista OK!. Hay quien dice que David es un invento de Victoria.
Libros.
Estados Unidos se presenta como un revulsivo en su carrera, ahora que repartía las horas entre su papel de madre de tres vástagos y sus escarceos en el mundo de la moda con el diseño de gafas de sol y vaqueros, estos últimos precisamente bajo la marca estadounidense Rock & Republic. También lanzó dos libros en el mercado con su dudosa firma, Learning to Fly y That Extra Half an Inch: Hair, Heels and Everything In Between, después de admitir que no había leído un libro en su vida.
El último, una especie de biblia de la moda, causó un gran revuelo meses atrás en los almacenes londinense de Selfridges: los fans de la Spice Pija se sometieron a horas de cola para ver su firma estampada en su ejemplar. Su periplo musical parece haber pasado a mejor vida después de fracasar comercialmente en su tentativa de carrera en solitario. «Nunca fui una gran cantante y siempre lo supe», reconoció recientemente al Daily Mirror. «Pero es alucinante cómo estoy haciendo algo en lo que realmente soy muy buena. Puedo estar sentada en una mesa con Donatella Versace o cualquier personalidad del mundo de la moda y ser respetada por ello», finalizó.
Su mala prensa, alimentada por su fama de ambiciosa, superficial, controladora y un excesivo culto a su figura esquelética, ha llevado a los plumillas a aprovechar el menor desliz para machacar a Victoria: el último, una espectacular borrachera en los clubes londinenses retratada el pasado verano por los ávidos paparazzi. Pero las especulaciones de todo tipo, incluidas presuntas infidelidades de su marido, no han podido con esta hija mimada de un ingeniero electrónico criada en Hertfordshire.
Los Angeles aparece en escena como su casa espiritual a la hora de saciar su sed como icono de la moda y, quien sabe, hacer sus primeros pinitos en el mundo del celuloide, según atestiguaba ayer el Daily Mail. Para ello, cuenta con la complicidad del productor televisivo Simon Fuller, ex manager de las Spice Girls y también factor instrumental en la carrera de su marido, David. El citado diario habla de varias propuestas cinematográficas y televisivas y la posibilidad de que consiga algún cameo en una comedia gracias a su amigo Tom Cruise o en la misma serie Mujeres desesperadas.
Con estos buenos augurios, poco parece importarle haber sido destronada como reina de las WAGS (wifes and girlfriends, siglas en inglés para novias y mujeres de futbolistas) ahora que aspira a trepar a lo más alto del sueño americano. Era lo que buscaba y David le ha hecho todo el caso del mundo.
|