JOSÉ MANUEL VIDAL
MADRID. - «Antes que mano de obra son personas y, para nosotros, hermanos». Así de claro se expresa el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, respecto al colectivo inmigrante, al que invita a «no resignarse a ser mero instrumento de producción», aunque «necesitemos su trabajo».
En una carta pastoral, titulada Inmigrantes y madrileños, una sola familia, el ex presidente del Episcopado pide «la creación de estructuras de acogida, información y formación social» para las familias inmigrantes, por tratarse de «una obligación básica que incumbe a la sociedad y al Estado». Y, por supuesto, a la Iglesia católica, donde «nadie debe sentirse extranjero».
Rouco pide también a los emigrantes que asuman su responsabilidad, para «seguir siendo ellos mismos» y, al mismo tiempo, «desarrollar el sentimiento de pertenencia a nuestra sociedad y la voluntad de participar en ella».
Para ello, el purpurado madrileño les aconseja que no se dejen llevar «por la lógica de una sociedad de producción o de consumo, que pretende que lo más importante es el tener más bienes o prestigio social».
Asimismo, Rouco advierte sobre el peligro que puede conllevarles «el sentido de provisionalidad» en que viven y que, según el cardenal, «les puede hacer caer en un fácil relativismo» y «descuidar las opciones necesarias de orden espiritual y cultural».
El arzobispo madrileño invita a los inmigrantes «a ocupar su lugar en la sociedad y a que se abran a los valores de nuestro pueblo». Y añade: «Enriquecednos con nuestro patrimonio cultural y espiritual y juntos respondamos a la llamada de Dios a construir un mundo de justicia y de paz».
Por último, el cardenal Rouco pide a los inmigrantes que no declinen su responsabilidad en la educación de sus hijos: «Educadlos en el descubrimiento de su identidad, iniciadlos en la vida social, en el ejercicio responsable de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados y, sobre todo, en el encuentro con Dios».
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