Sábado, 13 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6236.
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La Federación de Celiacos pide a la Iglesia que admita comulgar con hostias de maíz
La asociación de Madrid revela que hay conventos de clausura que les encargan estas obleas El Episcopado sólo permite formas de trigo y ofrece a los enfermos la alternativa de tomar vino
PEDRO SIMON

MADRID. - La Federación de Asociaciones de Celiacos de España (Face) pidió ayer a la Iglesia que permita comulgar a los fieles que tengan intolerancia al gluten con formas que no sean de trigo.

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Así se pronunció la organización que aglutina a estos enfermos de todo el país tras conocer el caso de Laura Patón, una niña celiaca de ocho años de Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real) cuya familia ha pedido, en vano, que se le den hostias alternativas de maíz el día de su Comunión, tal y como se hace en muchísimas parroquias.

La pequeña Laura ha estado dos años haciendo la catequesis y acudiendo a misa dos veces por semana. A pesar de que sus padres han recurrido al obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, la postura del párroco del pueblo es inamovible: la cría no ingerirá forma alguna de maíz el día de la celebración y valdrá con que beba vino. Acostumbrada a sentir siempre la diferencia, la familia de la niña considera que la parroquia estigmatiza y discrimina así a la menor.

«La Face pide que se dé la posibilidad de comulgar con formas de maíz», señalaba ayer a este periódico Pablo Portillo, gerente de la federación. «Somos partidarios de que la Iglesia atienda la circunstancia individual de cada uno de sus creyentes. Este problema es evitable a todas luces».

El debate lleva abierto desde hace años en Europa y en nuestro país y, periódicamente, un celiaco sale a reclamar ser tratado igual que el resto de los feligreses de puertas de la iglesia adentro.

A pesar de que la doctrina católica es tajante en la cuestión (no hay más que una forma sagrada, que ha de ser de trigo, y se dará sólo vino a los celiacos), cada parroquia de cada país interpreta el asunto a su modo y se ha ido adaptando a la realidad de una enfermedad que afecta a uno de cada 100 nacidos. En Austria, por ejemplo, se toleran las obleas de maíz. En Malta, en el otro extremo, no se conciben otras que no sean las de trigo.

En España -donde hay unos 450.000 celiacos, de los que sólo menos de 40.000 lo saben- es muy habitual que cada sacerdote arbitre una solución que se acomode a la voluntad de los padres. Más que la forma, pues, importa el fondo.

Fue precisamente el actual Papa, Ratzinger, a la sazón prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, el que dictaminó en 1995 que la hostia debía tener una cantidad de gluten suficiente para que ser panificable, incompatible para los celiacos. Lo que da la medida de los nulos aires de cambio del Vaticano en la cuestión.

«La fe no va a derrumbarse porque un niño comulgue con una oblea de maíz; y si es de trigo, por mucha fe que tenga, puede llegar a producirle un problema de salud», comenta el gerente de la Face.

«Es un tema de fe y no es posible discutirlo con la Iglesia», opina Manuela Márquez, presidenta de la Asociación de Celiacos de Madrid. «Pero a veces hay sentido común. Conocemos conventos de clausura donde nos piden formas de maíz porque tienen una monja celiaca».

Una nota elaborada por la Comisión Episcopal de Liturgia en 2003 pedía «una especial sensibilidad pastoral tanto en la catequesis como en la celebración litúrgica, especialmente en el caso de los niños, para que nada aumente la dificultad, que ya de por sí significa tener que convivir literalmente con esta enfermedad de por vida».

Según la jerarquía católica, es «necesario fomentar en toda la comunidad eclesial una actitud de sincera acogida y de compresión amorosa, haciendo patente así la sensibilidad maternal de la Iglesia con estas personas».

«Cuando se trate de la Primera Comunión de los niños o en las misas celebradas con éstos», se añade, «se procurará que el niño o niña que padece la enfermedad se sienta respetado y apreciado por los demás niños, de manera que todos vean como algo natural y normal la solución que se adopte».

Al final, Laura Patón ha decidido hacer la comunión en su pueblo -donde el cura no le dará la hostia de maíz-, antes que ir a la vecina Valdepeñas, donde sí se la darían pero donde no conocería a ninguno de los niños. En Santa Cruz de Mudela, para la Iglesia bastará con que la menor beba vino.

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