LUCIA MÉNDEZ
Ignoro si algún profesional de la política -sea ministro, alcalde o simple miembro de la ejecutiva de algún partido- ha sentido esta semana la vergüenza, el bochorno, la indignación, el hastío, el disgusto, la desazón y hasta la repugnancia que hemos sentido muchos españoles.
Ignoro si la clase política es consciente del asco que nos produce el espectáculo de circo romano al que asistimos como espectadores desde que ETA asesinó en la T-4 a dos trabaja-dores ecuatorianos y mató la ilusión de Zapatero. El presidente del Gobierno está como ausente, con serias dificultades para aterrizar en la realidad, mientras que la oposición ha hincado el diente a la pieza largo tiempo deseada y no la suelta. Al PP no le basta con tener razón, quiere un auto de fe en la plaza pública. Hemos llegado a tal envilecimiento y degradación de la cosa pública que un presidente autonómico del PP grabó con cámara oculta una reunión institucional en el Senado en busca de un lapsus del presidente del Gobierno. ¿Se puede caer más bajo?
Ignoro si algún ministro, diputado o senador del PSOE ha tenido lo que hay que tener para decirle al presidente del Gobierno que hable claro de una puñetera vez. Ignoro si el presi-dente quiere seguir con la ensoñación del diálo-go con ETA, aunque me da lo mismo porque todos sabemos que no va a poder. Como no ha podido lograr que Otegi se convierta y que los etarras entreguen las armas sin contrapartidas.
Ignoro si alguien del PNV le ha dicho a Ibarretxe exactamente lo que se merece por el lío que ha montado con la manifestación de Bilbao. El visionario lehendakari ha engrandecido la figura del presidente del PNV. Josu Jon Imaz y el ministro Rubalcaba son casi los únicos políticos que han estado a la altura de las circunstancias.
Ignoro si algún responsable del PP ha tenido lo que hay que tener para advertir a sus dirigentes que se están pasando de frenada y que no asistir a la manifestación de hoy contra el terrorismo es un grave error.
Sí. Los ciudadanos tenemos razones para estar cabreados con los políticos, pero tenemos muchas más para salir hoy a la calle a llorar juntos. Una vez más.
No nos importa si el Gobierno quiere utilizar la manifestación para salvarse del desastre o si es Pilar Bardem quien sale en la foto. Nuestras razones son profundas, auténticas y limpias. Nuestras razones son la madre ciega y descalza de Carlos Alonso Palate, su hermano y la fami-lia humilde de Diego Armando Estacio. Por ellos hay que manifestarse y después mandar-les las fotos. Para que la madre ciega y descalza sepa, allí en su miserable aldea de Ecuador, que los españoles sentimos la muerte del hijo que la mantenía. Para que alguien le diga que nos identificamos con ella porque sólo hace 30 años, en España había chabolas como la suya, mucho barro en las calles de los pueblos y la gente también emigraba a otros países.
Lo demás son excusas y náuseas, esa sensación de asco que Jean Paul Sartre definía en su novela como la repulsión a la banalidad e hipocresía de la sociedad.
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