RAUL DEL POZO
Nos veremos el lunes, en el Congreso, diván, grada y tribuna, lejos de los tenebrosos tapices de palacio y de los sótanos de hotel donde se reúnen encapuchados. Allí, bajo el lucernario de vidriera es donde se controla al Gobierno y no en la puta calle. En Moncloa preparan el pleno del lunes como si fuera el Debate sobre el estado de la Nación; saben que el presidente se la juega. Los asesores y consejeros áulicos esperan que Zapatero se crezca, gane el match y anuncie cosas importantes. Hasta ahora, el presidente, como Ray Sugar, el de la sonrisa de azúcar, ha sorteado la mano de piedra de 'Kid Mariano'. El lunes es el día señalado para comprobar si el que sólo ha emitido balbuceos es capaz de sobrevivir.
Su tiempo, como el de Baltasar, se agota. ETA prepara la próxima bomba y los policías se presentan voluntarios a las listas electorales. Esto es un fin no sólo de legislatura, sino el comienzo de algo que ha de surgir después. Asistimos a una bronca de barrio chino, a un bivocerío donde se utilizan todas las armas de la insidia y donde asoman síntomas de la esquizofrenia política, desorden del pensamiento, lapsus y taquilalia. Va a temblar Constantinopla y los dos partidos y sus cómplices hablan del sexo de las pancartas, de libertad con ira. Además de crímenes, libertad, cuántas sandeces se hacen en tu nombre.
La democracia catódica, señor presidente, está a punto de ser una democracia catatónica, porque la libertad, que no es otra cosa que la emancipación humana, la facultad de elegir lo que uno cree mejor, el derecho a cambiar de ideas si se reconocen como falsas, el derecho a rechazar la disciplina de los partidos, es un privilegio individual y ha sido sustituida por las pancartas en la que unos se arrojan a otros los muertos.
El Ejecutivo está esportillado. Su partido inventó la catástrofe para tumbar a un Gobierno y ahora se encuentra con el mismo veneno. ¿Recuerda? «O do bigote que limpie o chapapote». Con Barajas se quieren vengar de Atocha y en la sofistería de siglas, cada partido crece con el hundimiento del contrario.
En las tertulias y en el dentista se habla de elecciones anticipadas, de gran coalición, del agotamiento de la democracia del 78. El síndrome de Babel se expresa en las anomalías del lenguaje. Como cuando Ortega, la clave está en el íntimo disenso. Los partidos desparramados y disyuntos no se entienden, hablan idiomas diversos porque piensan de manera distinta. Un partido con consignas rosariales, el otro con el mitin del carbonero.
¿Libertad? Sólo veo la de la concejala de Lepe. La protectora de las pateras, reina de las fresas, nació como todas las diosas de las olas y no tiene nada que ocultar. Estoy enamorado de ese ingeniero agrónomo. Soy libre. Las libertades de todos, el lunes, a las cuatro en punto, en el canastillo de la reina puta.
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