LEONOR MAYOR
¿Quién fue el mejor aliado de Jordi Pujol? Gracias a los pactos del Majestic, el Gobierno de Aznar tuvo tranquilidad en la legislatura del 96, pero esos acuerdos también beneficiaron a CiU, que gobernó entre 1999 y 2003 en Cataluña con total tranquilidad a pesar de no tener mayoría absoluta. Lo hizo con el apoyo del PP y ni siquiera tuvo que pagar el peaje de incluir a miembros de este partido en su Govern.
Artur Mas se engañó al diseñar la estrategia de las elecciones autonómicas pensando que podría arañarle los votos a ERC y ese error le está pasando factura. CiU no debería engañarse: su electorado es de derechas. Su rechazo público y ante notario del PP le ha servido de muy poca cosa. Sí le ha reportado algún escaño más, pero ni de lejos los suficientes como para poder gobernar.
La política catalana es más compleja que la española porque no sólo se sustenta en el eje derecha-izquierda, sino también en el del nacionalismo. Pero, hoy por hoy, todos los partidos excepto Ciutadans se declaran, como mínimo, catalanistas. Por eso CiU tiene muy poco que rascar en ese terreno. La federación debe recuperar la rivalidad política de toda la vida y presentarse ante el electorado como un partido liberal y de derechas además de como una formación nacionalista. Su rival debe ser, por tanto, la izquierda. Un izquierda que no tiene ningún interés en pactar con CiU como ya ha demostrado sin tapujos.
A Mas le toca ahora desacomplejarse, deshacer el camino andado contra el PP y estrechar lazos con la formación que lidera Josep Piqué. Es su única posibilidad de llegar a gobernar en algún sitio, ya sea en la Generalitat, ya sea en Barcelona. Además, el líder de CiU tendrá que escuchar a los miembros de su partido que no forman parte de su camarilla si quiere evitar que le surjan rivales por todas partes que quieran ocupar su puesto en 2010.
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