Domingo, 14 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6237.
ÚLTIMAS NOTICIAS TU CORREO SUPLEMENTOS SERVICIOS MULTIMEDIA CHARLAS TIENDA LOTERÍAS
Primera
Opinión
España
Mundo
Deportes
Cultura
Comunicación
Última
Nueva economia
Crónica
Índice del día
Búsqueda
 Edición local 
M2
Catalunya
Baleares
 Servicios 
Traductor
Televisión
Resumen
 de prensa
Hemeroteca
Titulares
 por correo
 Suplementos
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Aula
Ariadna
Metrópoli
 Ayuda 
Mapa del sitio
Preguntas
 frecuentes
Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz (Confucio)
 CATALUNYA
«Soy consciente de que la cicatriz del recuerdo sigue ahí pero también sé que al fin está curada»
VIRGINIA CASADO

BARCELONA.- No teme dar a conocer su nombre a voz en grito, no tiene miedo a los silencios, ni mucho menos a la palabra. Ya no. Es valiente, más que muchos, y aunque admite que su nombre es Cristina Fernández, su edad 42 años y vive en Barcelona, también confiesa que todavía hay algo que logra amedrentarla: «Durante toda mi vida he sido incapaz de darle plena confianza a un hombre...Es algo que, aún hoy, lucho por superar».

Su historia, una entre muchas, tiene el mismo comienzo que las otras que quedan atrás: «Sufrí abusos sexuales cuando era muy pequeña, pero no recuerdo ni mi edad ni si tuvo lugar durante un mes, un año o una eternidad», recuerda Cristina. El trauma padecido en silencio lo borró todo, «no me acordaba de nada, ni de mi primera comunión ni del colegio, no tenía ningún recuerdo de mi infancia. Era como si hubiera nacido siendo adulta». Fue entonces, superados los 30 años, cuando logró comprender qué había evaporado de un plumazo más de 20 años de recuerdos.

Su permanente estado enfermizo no le daba señales de lo que realmente le estaba ocurriendo y, sin darse cuenta, pasó parte de la adolescencia en manos de psicólogos y médicos por problemas de depresión.«Siempre estaba enferma y no sabía el motivo -admite Cristina- pero cuando comencé a leer libros, a escuchar a psiquiatras y a terapeutas, me di cuenta que de entre todas las vivencias perdidas había una que se mantenía intacta; lo único que comencé a recordar fueron los abusos sexuales que sufrí, no tenía otro recuerdo en mi mente».

El golpe fue tal que perdió la poca ilusión que le quedaba por vivir. «Se me pasó por la cabeza suicidarme, pero nunca tuve la fuerza para hacerlo, ni siquiera la tenía para levantarme por la mañana. Era débil, si no me hubiera despertado un día me hubiera dado igual, no me importaba vivir o morir», confiesa.Fue al cumplir 37 años cuando ocurrió algo que hizo que toda su existencia comenzara a cambiar. Un libro recomendado por su anterior terapeuta, El coraje de sanar (Ellen Bass/Laura Davi, ediciones Urano), «consiguió que se me movieran muchas cosas por dentro y me hizo pensar que quizás merecía la pena tirar del hilo y mirar hacia atrás, que aquello que había hecho que yo sintiera que mi vida laboral, personal y emocional no valiera nada. Tenía que salir, aunque fuera con muchísimo dolor».

El secreto había sido puesto al descubierto en sus recuerdos, ahora sólo quedaba reunir el suficiente coraje como para contar su historia y romper el tabú que reinaba sus palabras. «Mi chaleco salvavidas», tal y como afirma Cristina, su «hada madrina», surgió una noche frente al televisor, en un programa de Entre línies de TV3 dedicado a l'Associació per a l'Assessorament i la Prevenció dels Abusos Sexuals a Menors (FADA). «Ver a Vicki hablando sobre los abusos sexuales y de la asociación con esa naturalidad me impactó muchísimo, porque comprendí que no sólo me había pasado a mí sino que había mucha más gente que compartía mis experiencias», rememora Cristina. «Creía que era algo mío, algo que no compartes porque crees que te van a llamar loca, que no te van a entender... Aunque suene cruel, en parte te alegras de que haya más gente que ha padecido lo mismo que tú. Entendí que ya no estaba sola».

Tardó tres semanas en marcar el teléfono de FADA para pedir ayuda.Poco después realizó su primera entrevista y desde ese día su vida cambió por completo. «Admito que el trabajo fue muy duro, porque me aconsejaron hacer terapia y participar en grupos de mutua ayuda», recuerda, «nunca había compartido el tema con más gente pero cuando te das cuenta de que estás hablando con alguien que te entiende, que ha vivido lo mismo que tú, dejas de sentirte un bicho raro».

Actualmente, y tras cerca de año y medio de terapia, Cristina se ha tomado un pequeño descanso para poder asimilar su nueva vida. «Al fin puedo volver a vivir después de un camino tan doloroso.Es como esa herida que siempre tienes ahí, y que te duele, pero que con las palabras he logrado limpiar y sanar. Porque aunque soy consciente de que la cicatriz sigue ahí, también sé que está curada».

recomendar el artículo
portada de los lectores
copia para imprimir
Información gratuita actualizada las 24 h.
 SUSCRIBASE A
Más información
Renovar/Ampliar
Estado suscripción
Suscríbase aquí
Suscripción en papel
  Participación
Debates
Charlas
Encuentros digitales
Correo
PUBLICIDAD HACEMOS ESTO... MAPA DEL SITIO PREGUNTAS FRECUENTES

elmundo.es como página de inicio
Cómo suscribirse gratis al canal | Añadir la barra lateral al netscape 6+ o mozilla
Otras publicaciones de Unidad Editorial: Yo dona | La Aventura de la Historia | Descubrir el Arte | Siete Leguas

© Mundinteractivos, S.A. / Política de privacidad