En ocasiones, el dolor y la frustración pueden convertirse en la herramienta perfecta para concebir un gesto benévolo, un deseo capaz de componer la fuerza necesaria para asimilar un hecho inhumano y cruel: «Sufrí abusos sexuales desde los 9 hasta los 17 años», recuerda Vicki Bernadet. Su historia, así como la de muchas otras víctimas, demuestra que la superación del trauma es posible y que hablar, romper los tabúes emocionales y sociales, sana.
Todo empezó con una confesión escondida en más de 15 años de silencio: «Fue alguien cercano a la familia», narra. «Cuando se me ocurrió decirlo en voz alta surgió el problema de cómo podía situarme ante toda esta revolución familiar y personal que había creado la noticia». El desengaño estaba latente en todas sus sensaciones: «No sólo no encontraba ningún sitio donde acudir, sino que casi tenía que dar explicaciones de lo que estaba pidiendo porque nadie comprendía mi necesidad de contar lo que me pasaba», añade Vicki. Cuando ocurrió todo, «no existía ninguna terapia o programa para adultos, todo estaba orientado a los niños»
Aquel revés emocional se convirtió en su lucha y en 1992 tomó la decisión de crear «una entidad donde las personas adultas que hayan sufrido abusos de pequeños tengan un espacio de comunicación y asesoramiento donde compartir experiencias y sentirse escuchados».Cinco años después, en 1997, Bernadet creó la Associació per a l'Assessorament i la Prevenció dels Abusos Sexuals a Menors, de la que hoy es presidenta. Bajo las siglas FADA -en catalán, hada madrina- esta entidad sin ánimo de lucro, ubicada en Barcelona, centró su ámbito de actuación en toda Cataluña y se convirtió en un «centro de asistencia integral de los abusos sexuales además de ofrecer otros ámbitos de formación y sensibilización».
Desde su fundación, la entidad ha recibido más de 3.000 solicitudes de atención y asesoramiento procedentes de todos los puntos de España. Los asistentes a las diversas terapias que promueve FADA no son sólo hombres y mujeres que han padecido abusos sexuales siendo niños, sino también aquellos individuos que, directa o indirectamente, han tenido relación con este problema. Los grupos de terapia los forman tanto los familiares y amigos de la víctima como los propios abusadores que, aunque son pocos, en su mayoría acuden presionados por su familia o porque así lo ha dictaminado un juez.
Siempre apoyada por un equipo de profesionales compuesto por psicólogos, asistentes sociales y abogados, FADA ha pretendido, desde su nacimiento, dar una respuesta más amplia y completa a la gran demanda existente en toda España. Teniendo en cuenta esta premisa, ha decidido dar un paso más e iniciar los trámites para constituirse en fundación. «Estamos trabajando en A Coruña, donde tenemos a una persona que está realizando un gran trabajo para poder constituir una delegación allí. Después de Galicia lo intentaremos en Madrid», adelanta su presidenta. Hasta que la disolución legal de FADA y la posterior constitución de la nueva Fundación Vicki Bernadet sea posible, ambas entidades coexistirán durante el primer trimestre de este año.
Elegida como una de los cinco emprendedores sociales de Ashoka España, entidad sin ánimo de lucro que invierte en el descubrimiento de nuevos emprendedores sociales, Vicki Bernadet prosigue así su lucha por el derecho de todos a romper el «círculo de silencio», para que las víctimas «dejen de avergonzarse, de sentirse culpables, y encuentren la fuerza suficiente para pedir ayuda».
Gracias a la inminente legalización de la Fundación Vicki Bernadet como entidad social, su presidenta espera «tener el apoyo suficiente para comenzar una intensa labor de investigación y compartir experiencias con otros países». De este modo, se velará para que la sociedad «reconozca la existencia de este problema y utilice los medios necesarios para prevenirlos, identificarlos a tiempo y tratarlos adecuadamente».
La formación también juega un papel de suma importancia en FADA, y son muchas las entidades públicas y privadas que acuden a ella para estar más y mejor informados sobre la problemática de los abusos sexuales a menores. «Afortunadamente, hemos realizado muchas charlas y cursos de formación a asociaciones de vecinos, empresas y a todo aquel que nos lo pide». Sin embargo, continúa la presidenta de FADA, «los colegios y los propios padres de los alumnos son los que ponen más impedimentos a la hora de formarlos en un buen método de prevención. Hay mucho miedo a decirles a los niños que esto pasa, y no entienden que se debe enseñar a un niño a ser autosuficiente y a ser consciente de sus derechos.El menor debe conocer que su intimidad, así como su cuerpo, son suyos, de nadie más».
