MADRID. - En su país le conocen como El Maestro. Puede que para aquellos que veneran al Pelusa como a un dios, decir que Ariel Rodríguez Palacios es el Maradona de los pucheros sea poco menos que un sacrilegio, pero en Argentina, y también en Perú (cuya capital le nombró Ciudadano Ilustre), este cocinero es algo más que un showman; es el señor de los fogones.
Che cocina, Maestro en vivo y Maestro de cocina han sido algunos de sus mayores éxitos televisivos en su patria y, desde que conquistó al exigente paladar de la audiencia argentina, se lo disputan televisiones de todo el mundo.
Lo suyo con la alquimia culinaria es algo más que mucha suerte. Ariel asegura que «lo de tener mano en la cocina es un mito: cualquiera puede hacerlo si maneja las materias primas» adecuadas. Y, en su caso, además es gracias a una excelente formación.
Y es que, la mano de Ariel Rodríguez Palacios está muy bien enseñada. Cuando apenas era un adolescente, salió de su casa para viajar hasta París y matricularse en la prestigiosa escuela Cordon Bleu. También ha pasado por L'École Etoile, L'École Supérieure de Cuisine Française Gregoire Ferrandi y el Centro de Investigación y Estudios para la Alimentación de París. Sus toques de destreza y genialidad finales los adquirió en el Hotel Ritz de París o en la renombrada Maison Fauchon.
Entre sus reconocimientos, además del citado nombramiento como Ciudadano Ilustre de Lima (Perú), están el Grand Diplôme Cordon Bleu, el Gran Diplôme de L'École Lenôtre, la Orden International de la Gastronomie Française, la Grande Medaille d'Honneur y el Grand Diplôme de Patissier de L'École Ritz Escoffier. Además es miembro de L'Academie Culinaire de France.
Pero lo que a la audiencia argentina tiene encandilada desde hace más de 10 años no son sus títulos en francés, sino su capacidad para convertir un programa de cocina en una experiencia completa gracias a sus dotes de genial comunicador. «Yo les hablo a los profesionales, al ama de casa, al pibe que quiere sorprender a su familia... No soy de los que dicen que nacieron en una cacerola», asegura.
En sus programas es capaz de saltar, bailar, improvisar y mantener entretenido al público mientras mezcla sabores e imparte una clase magistral de cocina. Y es que, sus programas son divertidos, pero también didácticos: «El dato de más no molesta nunca», dice.
Ariel Rodríguez tiene claro que la magia de los fogones está en la alquimia de los ingredientes: «Lo primero que tiene que aprender un cocinero es a condimentar y para eso tiene que educar el paladar. Y después tiene que dominar los modos de cocción».
Sin embargo, para este consumado mago de los pucheros, la cocina es, ante todo, conocimiento e imaginación: «Una vez que se conocen todas las reglas, ya las puede uno romper», afirma.
Con todo, su libro Técnicas básicas del Maestro de Cocina es un manual casi imprescindible en todas las escuelas de gastronomía y, además, desde 1999 es el entrenador oficial del equipo de cocineros argentinos en el mayor concurso mundial de esta disciplina, el Bocuse D'Or.
Algo de genética sí tiene lo suyo con los fogones, porque de su abuela heredó el amor por la gastronomía italiana y un cuaderno de recetas que vale su peso en oro. La otra herencia familiar, la bata blanca de médico, decidió muy sabiamente cambiarla por un delantal.